El secreto de la crisis
Allá por julio del pasado año ya andaba el personal entre carajillos y paellas de bogavante preguntando cuándo llegaba la crisis. (¿What crisis?, EL PAÍS, 29 de julio de 2006). Cuando acabó el verano todos tenían claro que la crisis era irremediable, aunque tenían por pagar los últimos plazos del crucero. Pero pasó un año y todos contentos con su tarjeta de crédito. Ahora estamos otra vez en vísperas de la gran crisis económica. Y menos Rodríguez Zapatero y Botín todos están por colgar el cartel de se cierra y el último que apague la luz. ¿Es pesimismo? ¿Es optimismo realista? ¿O es una crisis electoral?
A mí me da que esto es algo más serio que lo de julio de 2006 y menos catastrofista que lo que desearían Mariano Rajoy y sus asesores mediáticos. Tenemos la crisis inyectada en vena, pero nos la trae al pairo. Si uno hace cara de crisis lo más probable es que le corten la línea de crédito, como ya está ocurriendo. Hay que buscarse un contable como Pedro Solbes, que acaba ajustando los números del señorito. ¿Crisis? ¿Qué dices? Yo sigo con la jornada intensiva hasta octubre. Ya dice el Sunday Times que esta es la crisis con más bombo que se ha conocido nunca.
Imaginemos que la crisis se hace carne aquí, en esta nación de provincias y comarcas. Estar está, pero va por barrios. ¿De quién sería la culpa? ¿De Camps o de Zapatero? Cuando Zaplana habla de recesión (¡qué cosas!), ¿habla del todo o también de la parte? De entrada la incertidumbre que provoca esta indecisión todavía no ha derivado a la demagogia del reparto de los fondos de Hacienda, como pretenden hacer Zapatero o Chaves. Un regalito para el niño que nace, una ayudita para quien quiere una casa y gana menos de medio millón de pesetas (3.000 euros para entendernos) y una pensión súper. Francesc Camps, quizá por aquello de las vacaciones, solo ha tirado mano del bono para los libros. Subvenciones las mínimas, que las pagamos todos.
Porque si hay crisis el manual keynesiano enseña que donde no llega la inversión privada debe llegar la pública. Lo dice hasta Miguel Boyer en el libro de Joaquín Estefanía (La Larga Marcha): la inversión pública es el motor de expansión cuando las pintan crudas. Eso es lo que hicieron González, Boyer y Solchaga frente a los ortodoxos del partido. Y es lo que no hace Zapatero, que se gasta el superávit en aliviar lágrimas pero no en favorecer la economía productiva. Incluso cae en otra trampa denunciada por Boyer: aplicar altas tasas voluntaristas de crecimiento del PIB. Así nunca hay crisis.
Pero con el aterrizaje suave que caracteriza a la economía valenciana la crisis se nos viene encima. Bancaixa y la CAM están echando una mano a muchas empresas de todos los sectores, entre otras razones porque ejecutar las deudas solo sirve para quedarse con una propiedad indeseada. Pero haga por pagar las letras que esto, por suerte, no es la Junta de Andalucía y las elecciones fueron en mayo.
Por eso, mientras las grandes constructoras españolas crean un club para protegerse, Javier Lujan, presidente de Fecoval, levanta la bandera de la autarquía sin poner un duro en defender lo que es suyo. Como siempre, el empresariado valenciano quiere ver correr la sangre del político de turno. Hay que pedir mayor inversión pública de Valencia y Madrid, pero tampoco pasa nada si el dinero local sale del cajón y empieza a financiar proyectos productivos, que nichos hay muchos donde ganarse la pela.
Pero insisto: ¿Qué pasa si estalla la crisis en la Comunidad Valenciana? Ya sé que es imposible porque hay elecciones en marzo. Aunque a la vista de la probabilidad solo veo tres alternativas. Una: aplicar la fórmula de El Secreto, el libro de Rhonda Byrne, que desvela como conseguir felicidad, amor y dinero sólo con desearlo por la Ley de Atracción. Otra, tirarle imaginación al asunto y dejar de levitar con el mismo discurso de cuando Albiñana y Vicente Iborra reclamaban la autovía a Madrid. Y tres, aplicar planes estratégicos viables en administración y empresas, utilizando el dinero que sobra por debajo de los ladrillos.
www.jesusmontesinos.es
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