Un escrutinio bajo sospecha
Los marroquíes desconfían de la limpieza de las elecciones que se celebran hoy pese a las promesas de las autoridades
El desarrollo de las elecciones debe ser "irreprochable", afirmó el rey de Marruecos, Mohamed VI, en un discurso que pronunció a finales de agosto. Los que compiten en ellas no dudan de que sea ésa su voluntad y la de su ministro de Interior, Chakib Benmussa, pero constatan, a veces, que sobre el terreno no se cumplen sus deseos. Los marroquíes han sido convocados hoy a las urnas para participar en las segundas elecciones legislativas del reinado de Mohamed VI, en las que serán elegidos los 325 diputados de la Cámara de Representantes.
Aquellos que boicotean los comicios, el gran movimiento islamista Justicia y Caridad o la pequeña formación marxista Vía Democrática, desconfían de antemano de la limpieza de éstos y consideran que las urnas serán manipuladas como lo fueron en tiempos de Hassan II e incluso con Mohamed VI. "Los resultados serán falseados por el Ministerio del Interior", repite ante la prensa Abdalá el Harif, jefe del partido izquierdista.
Entre las 33 formaciones que se presentan el discurso oscila entre la confianza sin mesura de un Mohamed el Yazghi, jefe de los socialistas, y el optimismo matizado de Moatssim Jamaa, coordinador de la campaña de los islamistas moderados del Partido de la Justicia y Desarrollo. El primero considera que el proceso será tan limpio que lo describe ya como el "fin de la transición marroquí". El segundo advierte, en cambio, de que "funcionarios de Interior e incluso gobernadores desoyen las instrucciones de su ministro y trabajan en su área para un determinado candidato" que obviamente no es islamista. A veces lo hacen activamente y otras se conforman con hacer la vista gorda cuando el aspirante a diputado compra votos.
Interior es el más omnipotente de los ministerios, pero no puede con todo. Prueba de ello es que pese a su activa campaña no ha logrado que 4,8 millones de marroquíes en edad de votar -la mayoría, jóvenes- se inscriban en el censo electoral. Sólo consiguió un aumento del 10% del censo, con relación a las legislativas de 2002, superando los 15,5 millones. En Marruecos viven más 30 millones de personas.
Para evitar el fraude Interior asegura haber cambiado el destino de una treintena de sus funcionarios emparentados con candidatos de su circunscripción. Trasladó a la fiscalía, hasta finales de agosto, 357 denuncias por violación de la legislación electoral de las que un buen puñado trataban sobre abusos de poder por parte de sus funcionarios. La gran mayoría de las denuncias han sido archivadas, pero un ex alto cargo de Interior, ahora alcalde de Rabat, Omar Bahraui, sí va a ser juzgado, junto con tres compinches, por intentar comprar votos. Bahraui era candidato por el Movimiento Popular, un partido de inspiración berberisca.
Para que haya transparencia Marruecos ha invitado, por primera vez en su historia, a medio centenar de observadores internacionales seleccionados por el Nacional Democratic Institute, vinculado al Partido Demócrata de EE UU. Coordinarán su labor con el Consejo Consultivo de Derechos Humanos, un organismo oficial que también supervisará la consulta.
Los observadores no son suficientemente numerosos ni tampoco podrán asistir a determinadas operaciones de recuento como para hacerse una idea precisa de la honestidad del escrutinio. Los que sí iban a ser legión eran los delegados de decenas de ONG marroquíes que se habían asociado para fiscalizar el escrutinio, pero ayer renunciaron a hacerlo tras pelearse con el Consejo Consultivo.
Aún así las elecciones de hoy aparentan ser las más limpias de la historia de Marruecos. Las autoridades pueden apostar por la transparencia sin demasiados riesgos porque el rediseño de las circunscripciones y el sistema electoral aprobados recortarán drásticamente la victoria de los islamistas que anuncian los sondeos.
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