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Reportaje:

Bravo Murillo se lava la cara tres años después de lo prometido

La reforma durará 18 meses, costará ocho millones y no incluye carril-bici

Daniel Verdú

Ramón Vicente, jubilado y vecino de la calle de Bravo Murillo, se acerca a los paneles que el Ayuntamiento ha instalado al lado de su casa para presentar la próxima reforma de esa vía. Dos fotografías: antes y después. Él se cuela entre el alcalde y los jefes de prensa que le acompañan en el acto. Echa un vistazo a las fotos y suelta: "Pues yo las veo iguales, ¿qué es lo que cambia?". Y así es, aparentemente no se aprecian grandes diferencias. Pero el alcalde ve la insignia del Real Madrid que Ramón lleva en la solapa y le hace un quiebro. "El Madrid sí que va bien este año, ¿eh?", le suelta el regidor mientras el otro ya emprende rumbo a su casa.

Lo que Vicente -o cualquiera a la luz de las fotos arriba colocadas- fue incapaz de apreciar es una "reforma integral" del eje del distrito de Tetuán, una de las zonas que mejor representa el cambio demográfico de Madrid y que será, según Gallardón, un "espacio de oportunidad". Una reforma de 2,7 kilómetros de calle que hablará, dice, "el lenguaje de esta ciudad". Un proyecto que prometió para la anterior legislatura y que, ahora, ha decidido poner en marcha.

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Y ese nuevo lenguaje, desgranando parte de su gramática, consiste en una obra de ocho millones de euros con los que se ampliarán en 1.500 metros cuadrados las aceras (que se renovarán completamente), 29.000 metros de calzada nuevos y la instalación de farolas más modernas, porque las que hay son "de autopista", según el propio alcalde.

Además, Ramón, el jubilado de la insignia, también disfrutará de 223 nuevos bancos, 188 papeleras y nada menos que 753 bolardos para que los coches ni sueñen con apostarse en las aceras. Pero quizá lo más destacado por el alcalde, donde quiso detener el regidor su enumeración unos segundos y hacer hincapié en el asunto del lenguaje de la ciudad, será la instalación de un riego automático de agua reciclada para las nuevas jardineras.

La reforma, que comenzará en noviembre y durará 18 meses, se hará en tres fases. La primera comprende el tramo que va de Cuatro Caminos a la calle de Castilla. La segunda continuará hasta Sor Ángela de la Cruz, y la última alcanzará la plaza de Castilla. Dice el Ayuntamiento que no se cortará el tráfico y que, al menos en cuatro años, no se volverá a levantar el pavimento.

En las fotos de arriba tampoco se ve, pero la nueva calle de Bravo Murillo será más accesible y todos los bordillos de las aceras estarán inclinados en los pasos de cebra para facilitar el paso de las sillas de ruedas. Además, se plantarán 88 nuevos árboles.

Y lo que tampoco se ve, pero porque no está proyectado en esta amplia reforma, es rastro alguno de carril-bici. "El plan director ciclista todavía no está aprobado. Se están estudiando los itinerarios. En cualquier caso, si tuviéramos que incorporarlo en el futuro, no sería una obra que supusiera grandes molestias", explicó ayer Pablo Usán, director general de Espacios Públicos. Usán justificó también la demora de tres años con la que comienza una remodelación anunciada para la anterior legislatura. "Esa zona ha estado saturada de obras en los últimos años con proyectos como el túnel de Sor Ángela de la Cruz o el intercambiador de Plaza de Castilla. Por eso decidimos esperar".

Y quizá sea esa convivencia forzosa con las zanjas lo que ha endurecido la capacidad de sufrimiento de vecinos y comerciantes, que, en general, ven con buenos ojos la reforma. "Si es para mejorar, vale la pena sufrir", dice Elena Amez mientras una señora se queja al alcalde de la cantidad de palomas que hay en el barrio. "Esta calle necesitaba un buen lavado de cara. Ya era hora", insiste otra. "Yo lo que quiero es que quiten la aleta ésa del carril-bus. Nos ha reducido el 30% de ventas", protesta Felipe en su tienda de lámparas sin saber que pronto pondrán más.

De vuelta al coche oficial, antes de meterse en el asiento trasero, Gallardón repasa el acto con una asesora:

-Lo que ha dicho esa señora, lo de las palomas, es cierto.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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