Verano negro
Los malos datos sobre accidentes de tráfico este verano (539 víctimas mortales entre los meses de julio y agosto; un 2% más que en esos dos meses del año anterior) han hecho inmediatamente que se propale un sentimiento de que el carné por puntos, que entró en vigor en julio de 2006, no ha servido para nada. Si malo es pecar de optimismo según el cual las cifras hay que verlas en perspectiva, igual lo es caer en el pesimismo del fracaso. La realidad es que en el mes de agosto han muerto 269 personas en nuestras carreteras, 19 más que en el mismo periodo del año anterior, y que por primera vez en 17 meses se ha alterado la tendencia decreciente. Sin embargo, en lo que va de año hay que registrar 1.848 fallecidos, es decir, un 10% menos que en igual periodo durante el año pasado.
La siniestralidad vial es una responsabilidad común, que atañe tanto a autoridades públicas como a ciudadanos. Falta concienciación y sensibilización en los adultos y educación vial impartida desde las escuelas. Los automovilistas suelen ser, en primer término, los causantes de los accidentes (velocidad, distracción, alcohol, cinturón de seguridad, etcétera). Pero no sólo ellos. Un ejemplo evidente fue el choque que hubo el pasado fin de semana en la provincia de Lleida en el que perecieron cinco personas, cuatro de las cuales no llevaban puesto el cinturón. El hecho se produjo en una vía rápida abierta hace 10 años con muchos cambios de rasante y una única calzada de tres carriles (el central compartido), considerada como un punto negro, por la que ya se han dejado desde entonces la vida más de 130 conductores. Las quejas de automovilistas han sido muy frecuentes durante todo este tiempo. El Gobierno catalán ha decidido finalmente realizar obras de mejora para aumentar la seguridad. Lástima que haya habido que esperar tanto.
El estado de muchas carreteras nacionales y secundarias no corresponde al de la que presume de ser la octava economía mundial. Y es en ellas donde más accidentes se registran, especialmente por parte de jóvenes. A eso se suma la menor vigilancia policial existente y el insuficiente volumen de radares. Sería importante que tanto desde el Gobierno central como desde los autonómicos se prestara mayor atención a la conservación de esas vías y se destinara más dinero a su mejora.
El carné por puntos es en sí una medida positiva. Esperar que fuera a convertirse en la panacea para resolver el cáncer de los accidentes de tráfico era ingenuo; sobre todo si no venía acompañado de otras estrategias disuasorias. De la euforia inicial se pasó al desánimo de la Dirección General de Tráfico y al escepticismo ciudadano. Sin embargo, es en la falta de aplicación de medidas coactivas rápidas donde cabe censurar a la Administración central. Si hay lentitud y confusión en la notificación del castigo y si no existen recursos suficientes para aplicarlo y si, en definitiva, el infractor de más riesgo no tiene conciencia de que será castigado, de poco servirá quejarse de que el carné por puntos ha fracasado.
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