_
_
_
_
Baloncesto | Comienza el Eurobasket
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cambiando para seguir igual

3 de septiembre de 2006. España se proclama campeona del mundo en Japón. 3 de septiembre de 2007. Comienza el Europeo de baloncesto con España como máxima favorita para conseguir un doblete espectacular. En un primer vistazo, pocas cosas han cambiado desde entonces. El equipo español se presenta ante su entusiasmada afición con las mismas caras, parecidas virtudes y un mismo objetivo. Las señas básicas de este colectivo no han sufrido variación alguna. Mantiene como fundamentos filosóficos la supremacía de los intereses colectivos por encima de cualquier consideración individual, el placer de jugar como resorte motivacional, unas magníficas relaciones personales como elemento aglutinador y una confianza ciega tanto en sus posibilidades como en el camino elegido para conseguir sus metas. Pero un año es tiempo suficiente como para que se hayan producido algunos cambios que jugadores y técnicos han intentado aprovechar con la idea básica que en lo esencial, se mantengan las líneas maestras que les llevaron a tocar el cielo en Japón.

El primero surge de la propia condición de ser campeones del mundo. Un hecho de tamaña importancia no deja nunca las cosas como eran antes de producirse e influye en lo profesional, lo personal y también en el entorno que rodea al equipo. España llegó a Japón con legítimas aspiraciones, marchamo de conjunto poderoso pero con un simple perfil de aspirante. Su preparación fue tranquila, poco ruidosa, hasta el punto que el equipo tenía más ambición que la que surgía naturalmente de los aficionados. Hasta el punto que alguna declaración del tipo "vamos a por el oro" sonaba más a sueño que a otra cosa. Durante este verano, la situación ha variado sustancialmente. El seguimiento ha sido masivo desde el primer día de concentración, cada aparición en cualquiera de las ciudades que ha visitado se convertía en un acontecimiento y ha disminuido la tranquilidad y el tiempo de asueto. Visitas institucionales y comerciales, llenos por doquier y una afición entregada, ilusionada y orgullosa. Ya lo decía Felipe Reyes. "Este año estamos jugando mucho menos a la pocha". Todos lo han aceptado como algo inherente a la nueva condición de superhéroes, pero en algunos momentos ha supuesto un elemento de difícil manejo. En cuanto a los objetivos, el listón se ha elevado exponencialmente. Ante tamaña exigencia, empezando por Pepu Hernández y siguiendo por los jugadores, se ha intentando variar lo mínimo el mensaje básico. Se busca competir en buenas condiciones, llegar al torneo bien preparados y ofrecer un buen rendimiento. Con estas premisas no se asegura el éxito pero se evita siempre el fracaso. Como planteamiento resulta impecable, pero el problema surge de la sensación generalizada de que cualquier cosa que no sea subirse a lo más alto del podio supondrá una decepción.

Para equilibrar este nuevo escenario aparece el crecimiento individual y colectivo que han desarrollado desde Japón hasta hoy. Un recorrido por lo que han hecho sus doce componentes desde aquella mañana de Saitama nos descubre una de sus claves más importantes. En lugares, competiciones, equipos, culturas y entrenadores diferentes, ni uno solo de los jugadores ha dado un paso atrás. Todo lo contrario. Gasol superó su lesión y terminó de forma imparable la temporada. Calderón se ha convertido en un tirador extremadamente fiable sin perder su capacidad de dirección y un ánimo inquebrantable. Navarro ha mejorado su visión global del juego, Garbajosa y Sergio han sacado muy buena nota jugando con los mejores del mundo y Rudy o Marc Gasol prosiguen su ascensión que les llevará a cruzar el charco. Y qué decir de Felipe Reyes, convertido en un pívot que domina casi todas las artes. Si son mejores individualmente, se conocen aún más y mantienen su armonía colectiva, el resultado es un equipo aún más demoledor que el que se presentó en Japón. Un equipo capaz de ganar por lo civil y lo militar, contra equipos altos y robustos de igual forma que otros más ligeros y agresivos. Un conjunto que se ha convertido en el terror de sus adversarios, que al menos hasta el día de hoy no han encontrado la forma de meterle mano y poder parar el torrente de juego y entusiasmo con el que se aplican.

En un país como España, tan poco dado a la confianza en el éxito continuado, los de Pepu aparecen como un antídoto contra este pesimismo histórico. Están los mismos, mejor preparados, con una buena digestión de un cataclismo como el triunfo en Japón y sin haber perdido un ápice de la ilusión, las ganas de competir y las de compartir. Esto es un juego y como tal, nadie está libre de que en un día aciago todo se vaya al traste, pero España tiene tantos antídotos que parece difícil que no encuentre alguno para cualquier situación. Son campeones del mundo, han cambiado cosas, pero en lo esencial, siguen siendo lo mismo. Unos chavales que juegan al baloncesto como nadie.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_