La chupa de Zapatero
Resulta incoherente el hecho de que el asesor de imagen del presidente del Gobierno haya levantado a la altura de la "moda Tudor" el cuello de la chupa gris perla que el señor Zapatero ha lucido en una de sus últimas apariciones públicas, sólo porque en estos últimos días haya sido recuperada por un par de protagonistas de reportajes rosa en sus "niquis" deportivos e inmediatamente haya sido seguida por los más atrevidos, cuando esa moda fue utilizada con más discreción por diversos galanes cinematográficos de los sesenta a fin de evitar la difícil fotogenia del cogote en planos de perfil o de escorzo y con cualquier clase de prenda.
Hay modas "de estilo" que sólo se pueden lucir con desparpajo personal y ésta es una de ellas, que hasta hace bien poco daba mucho que hablar al vecindario; y tan chocante es ese alzamiento de cuello de la chupa presidencial como lo fueron el encanecimiento prematuro de las sienes de Felipe, del bigote de Aznar o de las cejas de Gallardón.
Pero lo más incoherente es que ese asesor se haya preocupado más de este detalle que de corregir de una vez a su pupilo esas manos sempiternamente entrelazadas, esos codos pegados a los costillares o ese dedo índice de docente amenazador que tanto recuerda a pasados líderes autoritarios. Un presidente como él debería olvidarse ya de los brazos y atreverse con una amplitud gestual más convincente y persuasiva, sobre todo ante públicos mayoritarios y en espacios amplios. Ése sería un auténtico y sorpresivo cambio de imagen ante las próximas elecciones, y sus afectos perfeccionistas se lo agradecerían infinito.
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