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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Hilly Kristal, fundador del CGGB

Dirigió el famoso club neoyorquino durante 33 años

Diego A. Manrique

Lenny Kaye hizo las cuentas para el semanario neoyorquino Village Voice. Como el CBGB ofrecía cada noche un cartel con tres nombres, el guitarrista del Patti Smith Group calculó que, en sus 33 años, pasaron por allí 50.000 bandas. Obviemos el hecho de que muchos repitieron; nos salen unos 200.000 músicos que, a pesar del posible nihilismo de sus letras, llegaron al 315 de la calle de Bowery cargados de ilusiones creativas y esperanzas profesionales. Un cambio espiritual para el Bowery, históricamente el último escalón para los desesperados de Manhattan: en el espacio ocupado por el CBGB hubo asesinatos, robos y tragedias, tanto en el siglo XIX como en el XX. A su manera, Hilly Kristal contribuyó a la recuperación del barrio.

El CBGB no se nutría únicamente de la cantera del rock neoyorquino: atraía a grupos de todo EE UU e, incluso, del resto del mundo. Grupos que querían añadir a su currículo el dato de que pisaron aquel incómodo escenario, bandas que dejaron su marca en las paredes de los camerinos. Puro capricho romántico, ya que la paga era simbólica y los conciertos del CBGB ya no eran reseñados por la prensa ni atraían a los cazatalentos. La tacañería de Hilly tuvo mucho que ver con su cierre: se negó a pagar los incrementos del alquiler que le exigía el propietario, una organización que cuidaba de los desamparados del Bowery. Y pudo hacerlo: el merchandising del club le hizo millonario.

Durante sus comienzos, sí fue un espacio vital. Conviene recordar que, en los setenta, el rock neoyorquino estaba marginado. Existía un "sonido de Nueva York", con su correspondiente actitud, derivados ambos de The Velvet Underground. Sin embargo, el proyecto de Lou Reed y John Cale se estrelló comercialmente; igual que los esplendorosos New York Dolls. Sus continuadores estéticos se toparon con el desinterés de las discográficas, que habían trasladado a California sus centros de producción. Apenas tenían antros para tocar, hasta el famoso encuentro de Tom Verlaine (Television) con Kristal, que propició que el CBGB se convirtiera en plataforma del rock insurgente.

Aparte de Television, en aquella primera oleada estaban Patti Smith, The Ramones, Suicide, Richard Hell, Blondie, Talking Heads, Mink de Ville: bohemios, estudiantes y chicos de barrio unidos por un conocimiento de las músicas pretéritas y la voluntad de moldear nuevas formas expresivas. Tenían un público pequeño, una tropa de chupas de cuero y pelos raros lo bastante entusiasta para convencer a Kristal, cuyos gustos, sintetizados en las iniciales del local, se inclinaban por el country, el bluegrass y el blues. Todo muy underground y muy democrático: por sus dimensiones y por su situación, el CBGB no podía convertirse en un club elitista para disfrute de Andy Warhol y sus satélites. Con su camisa de leñador y sus modales tajantes, Kristal espantó a ese sector fashion.

El CBGB, con su programación incansable, fue incubadora de lo que luego se bautizaría como punk y new wave, movimientos que despertaron inicialmente más curiosidad en la prensa musical británica que en la industria neoyorquina. En aquel ring se forjaron bandas decisivas que daban sus primeros pasos fuera de los locales de ensayo. Allí adquirió espesor de colectividad lo que verdaderamente era una suma de iniciativas heterogéneas; un fenómeno que se repetiría en los ochenta y en los noventa, según iban surgiendo mutaciones sonoras. Lo pasmoso es que durara tantos: todo conspira para convertir Manhattan en una mezcla de parque temático y reducto de potentados. Hilly comprobó la desfachatez de algunos políticos: en 2006, hasta el millonario alcalde de Nueva York, Bloomberg, apareció con una camiseta de "Salvemos el CBGB".

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