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HUMORISTAS
Columna
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Abiertos los archivos secretos de la Unesco

Comienza a ser una moda. Cualquier organización gubernamental o que no lo sea (OG u OGNS), con oficina propia, que se precie y que se considere importante debe abrir sus archivos secretos a la opinión pública. Hace dos semanas le tocó el turno a Renfe, Carrefour y Zara. El viernes pasado, este mismo viernes, sí el viernes, hace nada, un par de días, justo después del jueves se han abierto por fin los de Starbuck Café y los de la Unesco (que son las siglas de algo muy importante, pero es que ahora mismo...). Los datos referidos a España son apabullantes, en cantidad y calidad. Todos sabíamos que Granada o Toledo son ciudades patrimonio de la humanidad según la Unesco (no tiene el mismo empaque decir que algo es patrimonio de la humanidad según mi cuñado que según la Unesco, pero vamos que tampoco es ilegal, uno mismo puede declarar lo que le venga en gana patrimonio de la humanidad). Lo que ignorábamos es que algunas de nuestras ciudades menos agraciadas desde el punto de vista histórico-arquitectónico -el documento ahora revelado cita a Albacete y Castellón- forman parte de esa miríada de lugares protegidos por la entidad unesquista, eso sí, con letra pequeña. Por contra tanto la Catedral de Burgos como la Gran Muralla china ni son patrimonio ni son de la humanidad.

En el apartado costumbrista de estos archivos sorprende saber que ni el gazpacho ni la siesta pertenecen al acervo cultural español ¡Son importados! ¡Son adaptaciones foráneas! ¡¡¡Pero, Dios mío, qué bien adaptadas!!! Los encierros de San Fermín no son propios de Pamplona. Ya las Sagas escandinavas hablan de que el rey noruego Olaf III, El Asustadizo, con su corte en pleno participaban en encierros taurinos; los vikingos lo hacían diferente, eran ellos los que corrían tras los astados y a veces hasta se confundían. En el siglo IX en uno de sus viajes de expolio por el cantábrico, los vikingos capitaneados por Raúl, hijo pequeño del rey Lasse II, El Plasta, trajeron un drakkar lleno de toros, llegaron hasta Pamplona, montaron su campamento en la calle de la Estafeta y ahí empezó todo.

Tampoco la sangría nos pertenece, ni siquiera el chiringuito, (en cambio Georgie Dan sí es español, pone ese acento para hacerse el interesante). Las primeras noticias sobre la sangría las encontramos en Francia. Parece ser que la preparaban e ingerían los monjes de un monasterio de la Borgoña (¡qué listos los monjes!). En un intercambio entre un monasterio francés y otro monasterio español, el típico intercambio entre monasterios, un monje llamado Erasmus vino a Madrid y enseñó a preparar sangría, los monjes madrileños la pusieron en una jarra y la tomaron fresquita (¡qué listos los monjes madrileños). El chiringuito pertenece a la cultura popular de Liechtenstein, (la gente más fina del mundo según mi cuñado). En Liechtenstein a mediados del siglo pasado, Petar Manngnilicgsevw, incomprensiblemente los amigos le llamaban Manngnilicgsevw en vez de Petar, fundó una cadena de chiringuitos de playa en Liechtenstein, sin reparar que en Liechtenstein no hay mar. Un hombre de negocios español, Manolo El Churrero, de viaje de ídem por Liechtenstein, vio las posibilidades de la idea del liechtensteiní o liechtenstinense o liechtenstino, ciudadano de Liechtenstein en definitiva y la importó sin importarle nada, o sea, gratis. (Es el récord mundial de "liechtensteinidad" en un solo párrafo). ¿Y el montón de personas que dicen ser de España o se les atribuye ser españoles y en realidad no lo son? Personajes de la historia encontramos bastantes, Don Pelayo por ejemplo, se podría argumentar que no existía aún España, pero es que este hombre no era ni siquiera de la tierra, ni era visigodo, ni muladí, ni nada, era escocés, y por eso si nos fijamos bien, de manera casi subliminal, se le representa con una gaita. Tampoco Agustina de Aragón era española ni el torero Manolete, ambos eran prusianos.

En la actualidad ocurre otro tanto con diferentes personajes unos muy conocidos y otros casi anónimos. Ocupándonos de los conocidos resulta que Matías Prats no es español, tampoco Terelu, que fue Miss Dinamarca, y pásmense: el gran Acebes no es producto nacional, ni siquiera el presidente Zapatero, que nació y se crió en Francia, sólo hay que oírle hablar francés.

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