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Reportaje:FLAMENCO

Enrique Morente espanta la lluvia

El cantaor abre la Bienal de Flamenco de Málaga con tradición y vanguardia

Vélez-Málaga fue el escenario elegido para arrancar una Bienal de Flamenco que reivindica para Málaga el espacio y los valores que tiene en el pasado y quiere para su presente. El invitado elegido para esta ceremonia inicial parecía idóneo: pocos como el maestro Morente para hacer el trayecto que va desde un ayer glorioso a un hoy que busca una nueva identidad. Su propuesta anunciaba así el recorrido que va desde la más antigua tradición a la vanguardia que el cantaor de Granada gusta tanto de transitar. Y de todo ello hubo, con mesura, proporcionadas dosis y el genuino sello de su personalidad cantaora.

De todas formas, y por si las cosas no estaban aún claras, la Panda de los Romanes de Comares se encargó de proporcionar la clave en la forma de esos antiguos verdiales de los montes que parecen estar en el origen de todo. Fundiéndose con ellas, como parecía obligado, Morente se inició con una tanda de cantes abandolaos para caer luego en la ya más templada malagueña que sólo podía responder al lugar (El Canario, por ejemplo). Y como tarjeta de presentación, esa forma de tratar el estilo, con los adornos marca de la casa (estos cantes libres se prestan como ninguno otro a la innovación) pero, a la vez, con una permanente llamada al canon que reclamó marcando el tiempo deseado a sus guitarristas.

Por un momento, el cantaor abandonaría las referencias malagueñas, pero manteniendo el tono literario. Los versos de Marinero en tierra, de Alberti, resultan idóneos para recrear unas alegrías que tampoco olvidan el canon. Con las soleares llegaría la templanza necesaria para abordar el tramo final y la anunciada cita con la otra hija de esta tierra veleña, María Zambrano, a la que Morente ya se había acercado en su última grabación. El tema Generalife, una hermosa canción sobre versos de Zambrano que, a su vez, recrean una vieja canción de alba -"Ya cantan los gallos / amor mío, vete"-, sonaba en el disco con arreglos del guitarrista Pat Metheny. En Vélez lo interpretó con el sólo acompañamiento de la guitarra de Cerreduela. Un mérito que tuvo su premio en forma de una desnuda belleza.

Una leve llovizna amenazaba la noche cuando las campanas en la iglesia de San Juan marcaron las diez. Morente quiso ahuyentar la lluvia con el cante por seguiriyas, con la vuelta al canon y el recuerdo a Tomás Pavón (Reniego yo...). Lo logró, y ya que la lluvia no se definió, dio paso a la vanguardia con la lectura de la carta de Cervantes al conde de Lemos, que cerraba su última grabación. La tanda de tonás y martinetes que todo el grupo compartió al final también remitió -con su obstinado coro- a ese disco en el que, como en la noche veleña, se dieron la mano tradición y vanguardia. Puro Morente.

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