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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bandas juveniles

El asesinato en Liverpool del niño de 11 años Rhys Jones de un disparo por una banda de jóvenes ha provocado una intensa alarma social en el Reino Unido. Son ocho los niños muertos por arma de fuego en lo que va de año, junto a otras muertes de adolescentes por la misma causa. No es el efecto esperable de un aumento en la criminalidad, pues la tasa de homicidios lleva estable desde hace más de una década, aunque el número de delitos con armas de fuego haya aumentado en los últimos años. Preocupa la expansión de un fenómeno, el de las bandas armadas e integradas por jóvenes de, como sus víctimas, cada vez menor edad. Los sospechosos -dos de ellos, chicas- detenidos en relación con el asesinato de Rhys tenían entre 16 y 19 años.

Las bandas juveniles se han multiplicado por tres en 15 años, según las cifras de la policía. La sociedad británica se pregunta, con razón, si el sistema no ha fallado a la hora de atraer a estos jóvenes, que son minoría, hacia actividades positivas. Las pandillas no sólo tienen identidades violentas, sino que se ufanan de ellas, como muestran los vídeos que dos pandillas rivales de Liverpool han colgado en Internet y en los que compiten en alardes violentos y exhibición de armas. De forma creciente, estas bandas se nutren con jóvenes de diferentes razas, muchos de ellos procedentes de la marginación y escasez de perspectivas de futuro que padecen en sus barrios.

El Gobierno laborista de Gordon Brown se muestra dispuesto a tomar medidas legislativas para detener la actividad de estas bandas. Pero algunas leyes -como las aprobadas a raíz de la matanza en Dunblane (Escocia), en la que en 1996 murieron 16 colegiales, o el

endurecimiento de las penas por narcotráfico a los mayores de 21 años- han hecho que en algunas de estas bandas sean los menores de edad los que carguen con el trapicheo y el transporte de las drogas que venden y consumen, en incluso las armas.

El fenómeno de las bandas juveniles no es algo limitado al Reino Unido. Proliferan en otros países, con nuevos tipos de organizaciones, en algunos casos importados, como los Latin Kings o los Ñetas en el caso de España. Las medidas policiales y legislativas son necesarias para luchar contra estos fenómenos. Pero no bastan. En todas nuestras sociedades hay una dejación de la responsabilidad de las familias a la hora de educar y vigilar a muchos de estos chicos, que encuentran en las pandillas violentas un sentido de pertenencia al grupo que no reciben en sus casas.

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