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El Ejército israelí mata a 20 palestinos en una semana sangrienta

El habitual goteo de muertes de palestinos en ataques del Ejército israelí se está convirtiendo en un abundante chorro de sangre. Esta semana han sido una veintena las personas fallecidas, entre ellas tres niños. Desde el viernes se cuentan seis víctimas. Cuatro murieron ayer. Dos milicianos de Gaza que trataron de infiltrarse en Israel fueron acribillados, y en Yenín (Cisjordania), los uniformados mataron a dos miembros de Yihad Islámica. No es nada nuevo. Pero ahora los asesinatos de milicianos y de algunos civiles inocentes empiezan a repercutir en las incipientes negociaciones entre Israel y el presidente palestino, Mahmud Abbas.

En nada ayuda al debilitado mandatario los continuos ataques de los soldados hebreos. Especialmente, en Cisjordania. En la franja de Gaza son numerosos los intentos de los milicianos palestinos de colarse en Israel, atravesando el muro de hormigón o las vallas metálicas, para cometer atentados o secuestrar a alguno de los miles de militares que rodean Gaza. Pero este territorio, gobernado por Hamás, se halla sometido a un cerco militar y a un bloqueo económico al que también contribuye el Gobierno nombrado por Abbas en Ramala después de que el 14 de junio Hamás expulsara a las fuerzas de seguridad leales al mandatario y asumiera el control total de la franja.

Acoso en Cisjordania

En Cisjordania es diferente. Las incursiones del Ejército y de la temida Policía de Fronteras son diarias en cualquier ciudad o pueblo. Abbas pretende que la vida cotidiana de los palestinos en este territorio mejore considerablemente para ganar credibilidad ante la población. No hay manera. Fuentes de Al Fatah ya comienzan a quejarse abiertamente de la actitud del Gobierno israelí respecto al presidente. Y el propio Abbas ya ha asegurado que con este incesante acoso en Cisjordania no podrá seguir negociando. Fuentes diplomáticas occidentales aseguran que Abbas está deseando arrojar la toalla y renunciar.

Hasta la fecha, y tras media docena de reuniones, Abbas sólo ha conseguido arrancar al Ejecutivo de Ehud Olmert una ínfima porción del dinero (unos 600 millones de euros) que retiene ilegalmente a la Autoridad Palestina en concepto de impuestos y tasas aduaneras. Sin embargo, no ha logrado concesión alguna respecto a los cientos de controles militares que hacen la vida imposible en Cisjordania.

Así las cosas, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) se frota las manos. Convencidos de que las negociaciones con Israel no fructificarán y de que la conferencia internacional anunciada para noviembre por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, está abocada al fracaso, Hamás aguarda a que sus rivales de Al Fatah sufran aún mayor descrédito al haber elegido el camino de la negociación. Un camino en el que ni los palestinos de a pie, ni tampoco los israelíes, creen.

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