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Columna
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Manga

Tras el abandono de Supervázquez de su cuartel general en A Coruña y su retiro en el Vaticano, el mundo del tebeo continúa en Viñetas desde o Atlántico, ¡el Salón del Cómic de La Coru, neno!, tan ancho y tan campante como Batman por su Batcueva. A todo superhéroe, por muy dura que tenga la cara, le llega su retiro, su jubilación, su San Martiño. Incluso Supermán murió hace unos años a manos de Doomsday (Juicio Final), un malo malísimo de la muerte mortal con un nombre que viene al pelo para tanta conspiración urbanística como hay desde Marbella hasta Groenlandia. Hay quien tiene superpoderes pero se las ve con el Poder Judicial, que viene siendo un garito de justicieros con leotardos bajo la toga. Como dice La Cosa, el más bruto de Los Cuatro Fantásticos: "¡Es la hora de los mamporros!". Eso mismo dijo Cristo cuando echó a los mercaderes del templo y por eso Supermán, el Cristo de Kryptón, resucitó a la tercera entrega.

Los héroes clásicos de dos editoriales, Marvel y DC, representan los dos mundos del cómic yanqui y funcionan como la Coca Cola y la Pepsi Cola o el Partido Demócrata y el Republicano: las dos caras de la misma moneda. Se dedican a estirar sus aventuras hasta lo indecible, pero tienen una seria competencia en japos jodechinchos que adelantan por el arcén para prolongar hasta el infinito sus andanzas por el mundo de la magia, la mitología sintoísta y el sushi con sake. Es el manga, el tebeo japonés. Un mundo aparte. Por estas latitudes hay mangas largas, mangas cortas, mangantes, manga ancha, manga por hombro y ¡a buenas horas, mangas verdes! Pero por allá, por el país del sol naciente, hay también todo un mundo de personajes, de ojos grandes y estilización de figurín, que viven en universos paralelos, entrecruzados y superpuestos a la manera de un collage de mitologías de distintas procedencias, avances tecnológicos más o menos creíbles, supersticiones, estupideces, hallazgos inteligentes, erotismo, barbarie... Funcionan, pues, como un bazar de todo a cien: barato-barato, no caro-no caro y a toda velocidad, o sea, a cien (un euro) por hora en una calle peatonal.

Para los no habituados a este tipo de tebeos hay que explicar que las viñetas y las páginas están dispuestas al revés, esto es, se leen de derecha a izquierda, y desde nuestra última página hasta la primera. Esto es así porque readaptar el diseño sería una tarea cara y compleja, pero es relativamente fácil hacerse con el truco: al fin y al cabo, la disposición occidental es una convención asociada a nuestra escritura y trasladada al orden de las imágenes. Un vía crucis palante, María, y un vía crucis patrás. Otra cosa es el ritmo de la narración. Para conseguir una historia interminable basta con dibujar hasta la náusea cada gesto, vaciar los diálogos de conclusiones y repetir las circunstancias que ya conocemos hasta el infinito y más allá. Tanto quejarnos del "continuará en el próximo episodio" de los anglosajones para caer en la iconoverborragia del manga de los japos, que no termina hasta que la generación que lo vio nacer se pasa a otro entretenimiento y la siguiente se engancha a algo parecido pero no igual. Esto dificulta la posibilidad de un final rotundo y convierte todo el entramado en un bucle, como ya anticipó James Joyce en su novela circular Finnegan's Wake que enlaza la última palabra con la primera, sin punto final ni mayúscula. Irlandeses, gallegos y kamikazes teníamos que ser...

Y es que celebrar al mismo tiempo un final y un principio lo tenemos muy cerca. El 31 de diciembre, por ejemplo, es a la vez una despedida y una bienvenida de un ciclo temporal que un habitante de Júpiter jamás podría entender. Y hay quien celebra el fin y el principio de un espacio para despedir y reinaugurar la casa en la que vivía y en la que vivirá. ¿Misterios de la propiedad inmobiliaria y/o de Ikea? Ni idea.

Zumbando por el hiperespacio, digerimos despacio mientras nos acecha el corte de digestión. O el corte del manga sin saber quién gana la pelea cósmica de páginas invertidas. Los trasgos y las meigas de Neo-Fisterra acechan a la vuelta de la esquina. ¡Banzai!

julian@discosdefreno.com

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