La nueva cara del Reina Sofía
Tras la ampliación del arquitecto Jean Nouvel, el museo celebra sus primeros 20 años con la reorganización de la colección permanente y nuevas adquisiciones. Picasso, Magritte y Calder firman las obras estrella
A finales de los años veinte del pasado siglo, René Magritte pasó una temporada como invitado de Salvador Dalí en su casa de Cadaqués. Siendo dos puntales del movimiento surrealista, no extraña su relación personal. Como tampoco debe sorprender que el óleo del artista belga titulado Cascabeles rosas, cielos en jirones (1930), adquirido el pasado junio por el Reina Sofía por 2,2 millones de euros, se exponga en la misma sala que el artista catalán.
Es un ejemplo de los nuevos criterios que está aplicando el museo -el año que viene cumplirá sus 20 primeros años de vida- para reorganizar su colección permanente: potenciar los artistas de referencia, pero situar sus obras en un contexto internacional. El proceso, que tiene su origen en el proyecto museológico que se aprobó en 2005, no sin polémica, se inició en otoño del año pasado y se prolongará, previsiblemente, hasta finales de 2008. Para entonces, explica María García Yelo, subdirectora general del museo, se habrá duplicado el espacio expositivo de la colección permanente, que ocupará las cuatro plantas del edificio Sabatini, frente a las dos actuales. Las 560 obras que ahora se muestran pasarán a ser unas 800. La ampliación de Jean Nouvel albergará exposiciones temporales; también se han trasladado a él otros servicios administrativos.
La nueva disposición responde a un análisis sin idealismos de los fondos de una colección que, desde su creación, se ha ido completando con donaciones, daciones y adquisiciones. Con todo, sigue presentando sensibles ausencias que, sin embargo, no se aspira a llenar; ello sería, justifica el plan, "puro y trágico voluntarismo". El Reina Sofía nunca tendrá una gran colección de constructivistas rusos, por ejemplo. En el peor de los casos, las obras serían inasequibles; en el mejor, sólo se conseguirían obras menores. "No aspiramos a convertirnos en un museo enciclopédico", reitera García Yelo. El Reina Sofía compró obras por importe de 13,88 millones de euros en 2006; un año antes, invirtió 9,07 millones. Este año, el presupuesto de adquisiciones es de 10 millones de euros. Dos de ellos se quedaron en la pasada edición de Arco.
La nueva organización de la colección supone consolidar los "núcleos referenciales" del museo: el cubismo, con Juan Gris y Picasso; el Picasso en torno al Guernica, corazón del museo, y el surrealismo de Dalí y Miró. Además, el Reina Sofía cuenta con una buena representación del informalismo español, con nombres como Millares, Saura o Tàpies. La planta segunda del Reina Sofía es la primera, reordenada según los nuevos criterios, que se puede ya visitar: "Han desaparecido las salas monográficas; los artistas ya no están solos, sino rodeados de obras que los colocan en un contexto internacional", indica García Yelo. Se recuperan obras de los fondos o se realizan compras. Así, Juan Gris se rodea ahora de Braque, Picasso o dos importantes adquisiciones cubistas: Albert Gleizes (Mujeres cosiendo, de 1913, comprada en 2005) y Fernand Léger (Naturaleza muerta con lámpara, de 1914, comprada en 2006). También convive con ellos La chimenea, de Diego Rivera, adquirida en 2005, próxima al cubismo, a pesar de que el artista mexicano no es una figura de este movimiento.
Picasso en los años treinta es otro de los núcleos que el museo quiere consolidar. Para ello adquirió hace dos años un retrato de Dora Maar, de 1939 (dación en pago de impuestos de Caja Madrid, que pagó por la obra 4,2 millones de euros), que ahora se exhibe junto a la Mujer sentada acodada, inspirada en otra de las amantes del pintor, Marie Thérèse Walter, y otras obras que tienen a la mujer como tema, realizadas por Picasso en esa época. Se mantiene como plato fuerte el Guernica y su legado, los trabajos preparatorios, la documentación fotográfica de su ejecución que realizó Dora Maar... También se ha reforzado el contexto internacional del cuadro, que nació como un encargo del Gobierno de la República para el pabellón de la Exposición Internacional de París de 1937, y en el que participaron Miró, Calder, Julio González y Alberto Sánchez. Una sala recuerda, con obras de estos artistas, su presencia. Ritou, un móvil de Calder de 1936, adquirido el año pasado, es una de ellas. El nuevo folleto de la planta y las audioguías orientan el recorrido de la nueva instalación. Pero habrá que esperar a que se complete la reorganización de las cuatro plantas para que el museo edite su nuevo catálogo.
La cuarta planta del museo, aunque aún no ha sido reordenada, ya muestra algunas de las últimas adquisiciones de algunos artistas que el Reina Sofía cree que no pueden faltar: Ukbar, del artista irlandés Sean Scully, dos fotografías de gran formato de Christopher Makos -todo ello comprado en 2006- o la escultura Cepas, de la sevillana Carmen Laffón, adquirida el pasado junio por 299.000 euros. En la sesión plenaria que aprobó esa compra también se dio el visto bueno a la incorporación de tres obras de Darío Villalba (Expulsión del paraíso, Pies vendados y Black woman Goya), una instalación de Olafur Eliasson, We only meet when we move (288.900 euros), otra de Andy Goldsworthy, Burn Dam Series. Townhead Burn, Dumfriesshire (450.000 euros) o sendos libros de artista de Anish Kapoor y Fancis Bacon.
La futura primera planta albergará la colección de escultura en metal del museo. Entre ellas estará Equal Parallel / Guernica Bengasi, la pieza de 38 toneladas de acero firmada por Richard Serra, desaparecida misteriosamente de los depósitos del museo. El artista ha realizado una réplica que se considerará original y que actualmente se exhibe en una retrospectiva del artista organizada por el MoMA de Nueva York.
La directora del Reina Sofía, Ana Martínez de Aguilar, recibió agrias críticas -se ha llegado a cuestionar su continuidad al frente del museo- cuando se dio a conocer el plan museológico de 2005; sus detractores, sobre todo un sector de los galeristas, temieron que el museo se desconectara demasiado de la creación actual. García Yelo asegura que la polémica se debió a "un malentendido" y que los recelos están "superados": "Fuimos poco delicados haciendo público el preámbulo del plan. Pero la aplicación de los criterios de reordenación y las exposiciones temporales han sido recibidas con buen ánimo. La relación con las galerías es buena", asegura.
La solución del Reina Sofía ha sido dedicar sus salas temporales a exposiciones monográficas de artistas actuales. Próximamente, desfilarán Paula Rego, Alberto García-Alix, Cornelia Parker o Eulàlia Valldosera. Además, el pasado otoño se puso en marcha un programa que invitará a una media de cuatro artistas en torno a la treintena, cada año, a que desarrollen obra específicamente para el museo. Ixone Sádaba, Ki Won Park y Alberto Peral han sido los primeros. Pero el cambio de cara no será completo hasta que el Reina Sofía se convierta, previsiblemente, en una agencia estatal. El cambio es necesario, según García Yelo, porque el museo necesita "más autonomía en la gestión y agilidad en los trámites". Por ejemplo, dice, para aumentar la plantilla, de unas 500 personas, en un 30%.
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