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TONTOS DEL VERANO / 3
Columna
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El del culo

Elvira Lindo

Frank Sinatra está tan atractivo en aquella foto de su detención que, tonta de mí, siempre había dado por hecho que se trataba de una foto artística. En la tienda de pósters de Bleecker, en el corazón del Village, esa imagen está expuesta en el escaparate; es un reclamo y no falla, los turistas la señalan y cargan con el tubo de cartón de regreso a la patria. Los tenderos saben que el turista es caprichoso y le sacan unos 40 dólares; en eBay se puede conseguir por unos 30. No deja de ser paradójico que uno de los pósters americanos que pasa con más frecuencia los controles de seguridad del aeropuerto sea el de un detenido. Aunque puede que mucha gente dé por hecho, equivocadamente como yo, que se trata de un montaje cachondo realizado en algún estudio de Los Ángeles en los días en los que Sinatra comenzaba a ser una estrella. Pero no. La foto es de un Francis Albert mucho más tierno, del año 1938, es decir, de cuando el hijo de la brava italiana aún se ganaba la vida repartiendo ejemplares del Hudson Observer. Fue tomada en una comisaría del Nueva Jersey de los Soprano donde había ido a parar un Frank de 23 años acusado de ¡adulterio y seducción! Esto se traduce en algo mucho más simple: al pobre Sinatra le pillaron dándose el lote con una señorita a la que en principio se consideró mozuela (con lo cual él era considerado responsable de seducirla) y de la que luego se supo que tenía marido (doble falta). Cuando Frank empezó a ser contratado y conocido como cantante, aproximadamente en el cuarenta, un honrado funcionario de dicha comisaría relacionó la foto del muchacho con la del joven artista y lo que empezó siendo un material escandaloso para algún periódico amarillo acabó como souvenir que representa la quintaesencia americana. En un mismo póster tenemos el jazz, los standards, el abrazo de la mafia, el cine, los ojos azules, la transgresión de la ley y un aspecto muy cool, como de un Robbie Williams de los años treinta que despierta la simpatía hasta de los europeos más antiamericanos. El artista detenido siempre provoca simpatía. Aunque aparezca con cara de insoportable vergüenza, como ese Hugh Grant en camiseta que parecía intuir que a partir de ese momento tendría en la solapa una medalla al mérito civil por haber sido el actor internacional que contrató los servicios de una señorita para que en el mismo coche le practicara la consabida felación. Cutre pero tierno. Como de niño chico, como de Clinton.

Aquí en España no nos podemos quejar. También tenemos artistas, detenciones, honrados funcionarios y quintaesencia. A nuestro honrado hombre de la comisaría marbellí, a ese hombre desconocido al cual admiramos tanto, se le debió encender la bombilla y debió acordarse de la foto de Sinatra. Se ve que pensó, henchido de orgullo patrio, si ellos tienen a Sinatra, nosotros tenemos a la Pantoja, y como los visionarios, fue aún más allá, imaginó esas tiendas de souvenirs en Málaga, en Sevilla, donde venden carteles taurinos, abanicos, toros Osborne de esos contra los que luchan radicales catalanes emulando a Don Quijote y delantales de lunares. ¿Por qué no entonces fotos de tonadilleras detenidas? Qué mente preclara. Seguro que a la postre al hombre le han pagado una mierda siendo como ha sido el individuo que ha marcado un antes y un después. Porque lo bueno es que esto no se quede aquí, en el ámbito del famoseo, lo bueno es que tengamos un catálogo generoso (no sólo de tonadilleras llorosas viven las comisarías) que muestre todo el repertorio cañí: los violadores del chándal, los del Ensanche, los maltratadores, los malotes de la mafia rusa asaltadores de viviendas, el padre que ayer disparó a su hija, aquel mítico y tristemente olvidado Mario Conde, Javier de la Rosa, el general Galindo, Amedo, su inseparable Domínguez y tantos otros... Todos de frente y de perfil. Los honrados funcionarios se sacarían un extra y tontos del culo que disfruten con la desgracia ajena no van a faltar. Esos son tan innumerables como los topillos.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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