A vueltas con el debate atómico
A principios de 2006 existían en el mundo 442 reactores nucleares en funcionamiento localizados en 31 países, que proporcionaban aproximadamente el 16% de la electricidad mundial. Pero la industria nuclear se encuentra en una encrucijada. En los últimos 12 años se han clausurado 33 reactores en todo el mundo y se han conectado a la red 54, lo que significa un incremento neto de menos de dos reactores por año. En los últimos cinco, el incremento anual de capacidad nuclear, incluidos los aumentos de potencia, han sido de unos tres gigawatios que, si se comparan con los 150 gigawatios de incremento global anual de generación eléctrica, suponen una cuota de mercado de sólo el 2%.
De seguir por este camino, recuerda en este libro Marcel Coderch, secretario de la Asociación para el Estudio de Recursos Energéticos, la industria nuclear desaparecería en unas décadas. Pero algo está cambiando. El encarecimiento del precio del petróleo, la creciente demanda energética y la amenaza del calentamiento climático han contribuido a que varios grupos económicos y políticos a favor de la energía nuclear hayan encontrado un campo abonado para promoverla, impulsando la idea de "imperiosa necesidad" de su expansión y difusión.
¿Átomos de fiar?
Anna Cirera, Joan Benach y Eduard Rodríguez Farré
Editorial Los Libros de la Catarata
ISBN 978-84-8319-312-9
Éste es el marco de referencia en el que se mueve la presentación que, en definitiva, es el primer informe de la organización de científicos por el medio ambiente (CIMA) en el que se ofrece, con una clara vocación divulgativa, una información rigurosa y un análisis bien fundado científicamente sobre el impacto de la energía nuclear sobre la salud y el medioambiente.
Los autores de este estudio -Anna Cirera, licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona y diplomada en Medicina Tropical y maestría en Salud Pública; Joan Benach, licenciado en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona y máster y doctor en Salud Pública por la Universidad John Hopkins; y Eduard Rodríguez Farré, doctor en Medicina y diplomado en Farmacología por la Universidad de Barcelona y máster en Radiobiología por la Universidad de París- recuerdan que ningún debate sobre el tema nuclear, ya sea de tipo económico, energético, militar o político, puede obviar una de las consecuencias más notables del ciclo nuclear en su conjunto, esto es, los efectos que las radiaciones ionizantes producen sobre la salud y el medio ambiente.
Y es que tanto en el caso de la exposición laboral en condiciones normales de funcionamiento de una instalación nuclear como en el caso de la exposición inmediata producida por dosis de radiación elevadas en el caso de fugas radioactivas o accidentes graves, se trata de un problema ambiental y de salud pública de gran envergadura.
Tras subrayar que, desde un punto de vista científico, en la actualidad no es posible estimar una dosis por debajo de la cual las radiaciones ionizantes no produzcan efectos patológicos, los autores señalan que la relación causa-efecto no es de tipo lineal, sino que depende de múltiples factores entre los que destacan la intensidad y la fuente de radiación, la dosis total recibida, la duración temporal de la exposición, la edad de la población expuesta o la susceptibilidad individual. "Por tanto", subrayan, "puede decirse que no existe una dosis de radiación que sea segura".
En definitiva, prosiguen, ante la evidencia científica que muestra que las actividades derivadas del conjunto del ciclo de la actividad industrial nuclear pueden perjudicar seriamente la salud pública y el medio ambiente, incluso en condiciones normales de utilización y funcionamiento no pueden prevalecer los intereses políticos o la búsqueda de los beneficios económicos. "El conocimiento científico disponible", concluyen los autores, "lleva a considerar con más vigencia que nunca el antiguo criterio médico y de salud: en la duda, abstenerse".
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