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Reportaje:

Una mujer en estado de alerta

La Laguna rinde homenaje a la historiadora María Rosa Alonso

Juan Cruz

Cien años, casi, y sigue tan campante. María Rosa Alonso, historiadora y escritora, vivió la guerra, la ruindad de la posguerra, y ahora vive en Tenerife, donde nació, con su sobrino, Elfidio Alonso, escritor y folclorista, hijo de Elfidio Alonso Rodríguez, un alto cargo republicano que fue director de Abc cuando este periódico, en los tiempos de la guerra, era "republicano y de izquierdas". Ahora, la Universidad de La Laguna, en la que enseñó y a cuyo amparo ayudó a fundar, en 1932, el Instituto de Estudios Canarios, le ha dedicado una exposición y un homenaje.

Fue alumna de Ortega, de Gaos y de Américo Castro; a lo largo de los años ha publicado, entre otros, el Poema de Viana, fundamental para entender el valor de ese poema clásico del pasado literario insular. Su fecunda experiencia como profesora en Venezuela dio de sí algunos libros, entre ellos Residente en Venezuela. Es, además, autora de una novela, Otra vez, publicada por primera vez en 1951.

La posguerra, recuerda la escritora, "fue espantosa", un reflejo de la mediocridad de Franco

María Rosa Alonso siempre fue una mujer en alerta; ahora se queja de la sordera, pero no ha perdido ninguna de sus restantes "facultades radicales"; se sigue indignando "ante las sinvergonzonerías y ante las bobadas", que abundan alrededor.

Resiste el tiempo con un vigor que parece nacer de su independencia. Entre sus amistades atesora muy fielmente las de Julián Marías y Joaquín Satrústegui, "dos caballeros, dos amigos tan próximos y generosos".

Poco dada a figurar, ahora su figura, menuda y enérgica, ha sido reivindicada por la Universidad de La Laguna, cuya biblioteca ha acogido una exposición de sus libros y de su historia. Miguel Martinón, que la preparó, decía en el catálogo: "María Rosa Alonso, con un admirable tornaviaje, con una rica carga de vida y obra, vuelve a la biblioteca que guarda la obra de su vida, la vida de su obra: vuelve a su biblioteca...".

Siempre al rojo vivo, fue de las primeras mujeres que pisó una universidad, "en contra de la voluntad de mi madre", que quería que fuera maestra, y vivió su mejor momento en Madrid, en los años treinta del siglo pasado. "Ahí me hice, trabajando muchísimo para ser la modesta persona que soy...". Américo Castro fue su maestro, Ortega y Gasset le enseñó... Y vino la guerra, "una ruptura y una vergüenza". Y una nostalgia, de aquellos grandes maestros "de una universidad gloriosa"... La posguerra, recuerda ella, "fue espantosa", un reflejo de la mediocridad de Franco. Ni republicana ni monárquica, "sino de los gobiernos decentes", María Rosa Alonso, jamás se recuperó de la guerra, "de eso no se recupera nunca nadie".

La guerra "rompió aquella excelente universidad", que jamás ha podido recuperarse, y a ella la sumió "en la nostalgia de los maestros". De su vida en Madrid recuerda a Marías, a Satrústegui, a Tovar, a Ridruejo, y con esa lista define en cierto modo su manera de estar en la cultura política de entonces. "Satrústegui era un gran señor; Julián Marías, su mujer, Lolita, una pareja encantadora...", y entre sus satisfacciones está que los hijos de esos amigos "siguen siendo ahora muy amigos míos".

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