Dos por uno
Lo más grindhouse de este Programa Doble de Terror es, sin duda, la apropiación de la estrategia publicitaria del último proyecto de Rodríguez y Tarantino por parte de la distribuidora Manga Films: la discutible decisión, por parte de Harvey Weinstein, de no utilizar el formato de sesión doble fuera del mercado norteamericano ha abierto la puerta a este juego corsario y cómplice, con ecos de esos años de cine de barrio, nuestro legítimo ámbito grindhouse. Por lo demás, aquí acaban las similitudes con el díptico integrado por Planet Terror y Death Proof. Porque tanto Desmembrados, de Christopher Smith, como Ovejas asesinas, de Jonathan King son, lejos de la nostalgia, sendos paradigmas de las tendencias de la nueva autoría en el moderno cine de terror.
DESMEMBRADOS
Dirección: Christopher Smith. Intérpretes:
Toby Stephens, Claudie Blakley, Andy Nyman. Género:
Terror. Gran Bretaña-Alemania, 2006. Duración: 90 minutos.
OVEJAS ASESINAS
Dirección: Jonathan King. Intérpretes:
Nathan Meister, Peter Feeney, Danielle Mason, Tammy Davis. Género:
Terror. Nueva Zelanda, 2006. Duración: 87 minutos.
Dirigidas por cineastas que, probablemente, no vivieron una inmersión de primera mano en la sensibilidad grindhouse, las dos películas son más interesantes por lo que revelan acerca de una sensibilidad colectiva que por lo que anuncian acerca de los méritos creativos de sus responsables. Desmembrados y Ovejas asesinas hablan, en definitiva, de un nuevo, aunque no necesariamente innovador, cine de género marcado por cierta voluntad de mensaje, convenientemente acolchada con distancia irónica.
En Desmembrados, Smith propone un poco sutil corte en sección de la cultura corporativa a través de la crónica cruenta de una excursión de empresa -con guerra de paintball incluida- que se acaba torciendo. Los protagonistas cargan con la culpabilidad de trabajar en una empresa de armamento y se infiere que han sido ellos mismos los encargados de diseñar y vender las armas que los irán escabechando a golpes de humor negro. Al incorporar algunos guiños a Kubrick, Smith se delata como autor presuntuoso que sólo está en el gore de visita.
Algo más afortunada es la estrategia de Jonathan King en Ovejas asesinas: agarra una premisa ridícula -reciclar los mecanismos de la película de zombies con ovejas- y la lleva hacia adelante con forzada seriedad, aliñando el conjunto con una conciencia ecológica reciclada como contrapunto humorístico. Firma los efectos especiales el equipo de Peter Jackson, pero el resultado no contiene, ni de lejos, las promesas de la fundacional Mal gusto (1987), película que ya contenía, en estado libre y salvaje, al futuro autor de King Kong (2005).
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