Entre el deporte y el acto social
La Copa de Oro que se disputa cada 15 de agosto en el hipódromo donostiarra se ha convertido en cita clásica de la Semana Grande
El hipódromo de San Sebastián abrió en 1916 sus puertas y por ellas entraron enseguida miembros de la realeza y el Gobierno español e, incluso, aristócratas de media Europa. La capital guipuzcoana era entonces "uno de los sitios de moda para veranear", recuerda su gerente, Peio Urtasun. Con el tiempo, el recinto ha perdido ese aire exclusivo y se ha popularizado, pero las carreras de caballos se siguen celebrando sólo en verano. Y continúan siendo un punto de encuentro que en buena medida entremezcla el deporte y el acto social.
Ese cóctel sube de grados cada 15 de agosto, el día que, como ayer y desde hace 39 años, se disputa la Copa de Oro, presidida por el alcalde de la ciudad. Es el premio más importante de la temporada de verano. La prueba de ayer rompió todos los pronósticos. El favorito era Balius, entraba en todas las apuestas, pero fue abucheado tras una carrera desastrosa (quedó quinto). La sorpresa la dio Le Carnaval, ganador de la prueba reina, dotada con 40.000 euros de premio.
El caso es que esta jornada deportiva y festiva cae siempre en plena Semana Grande y se ha convertido ya en un clásico de su programación. "Sí, hay mucha tradición. Es una especie de acto solemne. Vienen los aficionados a los caballos de siempre, pero también hay gente que sólo acude este día", confirma Urtasun. Y avala su comentario con datos. Si un domingo cualquiera de la temporada acuden al Hipódromo entre 2.000 y 2.500 personas, la tarde de la Copa de Oro esa cifra se dobla y alcanza las 5.000.
"Todas las carreras tienen algo de cita deportiva y social, pero especialmente la tarde del 15 de agosto", en la que es fácil ver caras conocidas del mundo político, empresarial, deportivo y literario. El filósofo y escritor Fernando Savater es un habitual.
La festiva cita en el hipódromo donostiarra estuvo ayer marcada por una tragedia: la muerte el pasado domingo de la amazona Nagore Otaño tras caer de su caballo en plena carrera. Así que esta Copa de Oro se convirtió en un homenaje a la joven, una "apasionada" del turf. Todos los jockeys portaron brazaletes negros. En el momento de mayor expectación, justo antes de disputarse la Copa de Oro -la tercera de las seis carreras celebradas-, cuando los caballos se dirigían a los cajones de salida y todo el público se hallaba en las tribunas, se guardó un minuto de silencio. Quien quiso, pudo expresar sus condolencias en un libro de firmas.
"Ha sido una auténtica consternación, porque somos como una familia", comenta Urtasun al recordar a Otaño. Una joven que entrenaba "prácticamente todos los días y corría de vez en cuando, algo que agradecía mucho". Porque el hipódromo de San Sebastián sólo celebra carreras en verano, pero durante el resto del año sirve como lugar de entrenamiento y de descanso de los caballos, gestiona la inscripción en carreras europeas y participa en la quiniela hípica.
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