_
_
_
_
Necrológica:EN MEMORIA DE LLUÍS MARIA XIRINACS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Uno de los 'padres constituyentes'

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

En la trayectoria humana y política del ex sacerdote Lluís María Xirinacs, fallecido la semana pasada en Ogassa (Girona), a los 75 años, el hecho más relevante es seguramente su participación en la elaboración de la Constitución de 1978, como senador por Barcelona elegido masivamente el 15-J de 1977.

Sin embargo, los escasos elogios recibidos con ocasión de su muerte por aquel enamorado de los Països Catalans han suscitado la típica reacción amarillista, que ha tildado a Xirinacs de "trastornado" y ha pretendido vincularlo con la violencia etarra, dejando de lado toda su contribución democrática, paciente y pacífica, al proceso constituyente.

Quienes tuvimos la suerte de levantar acta, día a día, de la constancia enmendante de Xirinacs -en línea con otros senadores minoritarios, como Juan María Bandrés o Heribert Barrera- y de su respeto a las reglas democráticas para defender propuestas progresistas, dignas y valientes, estamos en condiciones de aportar a los muy jóvenes o recordar a los desmemoriados algunos testimonios de la conducta parlamentaria de aquel senador.

Lo de menos es que la gran mayoría de las enmiendas de Xirinacs fueran rechazadas. Enriquecieron, en todo caso, el debate constitucional.

Así, Xirinacs, con Bandrés, planteó una abolición de la pena de muerte absoluta, sin excepciones para tiempos de guerra, como la que figura en el artículo 15 de la Constitución. Igualmente pidió que la Constitución no mencionara a la Iglesia católica y que dijera: "La escuela será laica". Xirinacs propuso constitucionalizar la "República federal" y, en unión con Bandrés, pidió un referéndum específico sobre la Monarquía. Xirinacs no tuvo pelos en la lengua para defender sus ideas y sus enmiendas.

En el debate constituyente sobre la iniciativa popular, en el que, desde posiciones contestatarias, propició una mayor participación directa del pueblo -como hizo Manuel Fraga, desde posiciones derechistas-, Xirinacs reprochó a los grandes partidos: "Tienen miedo al pueblo y lo quieren amordazar". Y lo explicó con claridad: "Después de 40 años de prohibición de la democracia representativa, en la que los protagonistas son los partidos, tan importantes, e incluso, a mi juicio, imprescindibles, han salido de sus jaulas como fieras hambrientas por causa del prolongado ayuno".

El socialista Ramón Sáinz de Varanda replicó a Xirinacs -de quien destacó su "posición pacifista y democrática"- que sus tesis coincidían con las fascistas. Xirinacs, entonces, con gran mansedumbre, pero dolido, según dijo, argumentó: "... Creo que no soy fascista. Creo que es muy distinta la democracia de base que el fascismo, que es una democracia de altura, que es una aristocracia".

Ahora que ha muerto aquel luchador por las libertades y aquel pacífico senador constituyente, candidato al Premio Nobel de la Paz, dejémosle al menos descansar en paz.

Lluís Maria Xirinacs.
Lluís Maria Xirinacs.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_