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Éxtasis piromusical en la bahía de Altea

El Castell de L'Olla en Altea celebró anoche su vigésima edición ante más de 50.000 personas, y 12.000 vehículos que abarrotaron la bahía. Este impresionante espectáculo, combinó los fuegos artificiales al compás de las notas de la banda de música la Primitiva de Llíria. Disparado sobre el mar, junto a los islotes de L'Olla, en unas plataformas de madera instaladas frente a la cala, en la ensenada de Altea, 80 voces pusieron voz a la música.

Numeroso público se situó en el mar, lo que realzaba aún más el espectáculo, a bordo de 300 embarcaciones que, rodeando a los pirotécnicos, presenciaban este castillo de fuegos declarado Fiesta de Interés Turístico. Alrededor de 4.000 kilos de material pirotécnico, con unos 3000 en pólvora, se quemaron en esta tradicional cita de Altea, según sus organizadores, la Cofradía del Castell.

La pirotecnia Zamorano Caballer dio el comienzo a medianoche. Tras las doce carcasas de rigor, una gran palmera de color rompió el silencio de la bahía. Después, la música marcó los pasos de los fuegos aéreos y acuáticos que iban disparándose desde el agua. En el cielo predominaba el color plata, en un homenaje visual al nombre de la sintonía que se escuchaba (Sinfonía de la Plata). Y, tras acabar la primera media hora de espectáculo piromusical, desde cinco puntos que bordeaban la bahía, se quemaron al mismo tiempo 2.000 carcasas de trueno aéreo, la conocida marronà, que llenó de luz blanca toda la costa. El coro y diferentes melodías interpretadas por la banda de Llíria completaron esta primera entrega del espectáculo, aún no alcanzada la medianoche.

Para el pirotécnico, Miguel Zamorano Caballer, cada año en Altea todo el espectáculo es diferente y cada vez más insuperable, "Al inicio disparábamos cohetes con caña desde la arena, ahora somos un festival de rango internacional y de insuperable prestigio", explica el responsable de la pirotécnica.

El espectáculo sonoro del Castell arrancó de un modo muy estático, supuso una introducción tímbrica muy tranquila para no desviar la atención de los fuegos en el cielo, los componentes moriscos de la melodía recordaban el pasado moro y cristiano de la tierra alicantina. Tras ello, el coro y la banda interpretaron referencias a Haendel mientras que se hizo un esfuerzo por recordar sonora y onomatopéyicamente al sonido de las olas del mar, diferentes instrumentos como el fagot o los tambores de océano fueron los protagonistas.

Los fuegos dieron paso a un duelo visual y sonoro entre el coro y las percusiones solistas y de la banda y las carcasas (el momento de mayor compenetración entre pirotecnia y músicos) para dar entrada a una improvisación de la percusión solista.

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Finalmente, toda la parte musical al completo reprodujeron la obra Fanfarria de Plata inicial, con la que se había abierto el espectáculo. Andrés Valero, director del espectáculo reconoce que la música está pensada para el marco de la bahía de Altea: "Está diseñada pensando en el Castell de fuegos, para que complemente el espectáculo y música y luz sea una misma imagen".

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