"No se puede consumir el espacio público y tirarlo"
Una de las mesas del despacho de la concejal de Ciutat Vella, Itziar González Virós, está llena de carpetas de diferentes asuntos del distrito central de Barcelona. Independiente en la lista del PSC en las municipales, González Virós ha dado un paso no frecuente. De mediadora en no pocos planes urbanísticos de los que levantan ampollas -como el de la plaza de Lesseps- o en los que es difícil ligar la mayonesa de intereses -como el de la reforma de la Gardunya-, ha dado el paso a la Administración.
Pregunta. ¿Cómo fue ese tránsito?
Respuesta. Fue un paso natural. Soy vecina de Ciutat Vella, eso me compromete con la proximidad y con los vecinos y los elementos comunes. En Lesseps, me comprometí como técnica a mediar entre los vecinos y la Administración y el siguiente paso era, para cerrar el ciclo, ejercer el papel y conocer el peso, la responsabilidad y las contradicciones del político.
Es necesario movilizar a los vecinos, a los barrios, a participar en la gestión
Lo ofensivo es que alguien venga el fin de semana, que grite, que ensucie y se vaya
P. Lo hace de la mano del PSC, un partido al que se le critica el alejamiento de la población.
R. No creo que sea cuestión de partidos. Son momentos de proceso colectivo. A lo mejor, un partido político va hacia una acción social, pero el mercado y la situación tienden hacia otro sitio y se desvía, quizá, de sus verdaderas intenciones. Me parece un poco simplista decir que el PSC no ha hecho bien eso. Yo me siento cómoda con la propuesta del señor Hereu.
P. La han situado al frente de un distrito castigado. ¿Cómo lo ve?
R. Ciutat Vella es un espacio, una superficie, un territorio limitado, y eso fuerza a que todo confluya con todos los problemas que algo así supone. Aquí tenemos una población muy diversa, pero también unas redes sociales muy potentes.
P. Un distrito que tiene la concentración más alta de inmigración de Barcelona, más del 34%.
R. Yo no veo que la inmigración sea un problema, sinceramente. Es un reto de coincidencia, de confluencia. Y lo que hay que hacer es trabajar en un espacio público en el que todos se sientan igualmente convocados. En Ciutat Vella lo que nos duele es que venga gente a consumir este espacio y lo tire, no que lo use. Los inmigrantes no están consumiendo espacio público, lo están usando. Lo ofensivo para un vecino de Ciutat Vella es ver a alguien que viene un fin de semana, utiliza el espacio de cualquier manera, grita, se divierte, ensucia y se va. Si viene un turista que utiliza la oferta cultural de la ciudad, que está en los hoteles que están reglamentados, que no se mete en un apartamento turístico, que va a los restaurantes... es un turismo bienvenido. El problema es cuando el turismo consume espacio. Eso es lo que no es admisible. El inmigrante que está arraigado, que ha venido, que acaba de llegar aquí, que vive en Ciutat Vella, en sus plazas, en su comercio, que lleva los niños a su escuela. Eso es otra cosa.
P. A veces las críticas llegan por un supuesto acaparamiento de los equipamientos por parte de la inmigración.
R. En eso hay que ir con cuidado porque las ayudas deben ser para todos. La pobreza está también en los de aquí, una cosa no puede excluir a la otra.
P. ¿Cómo limitará el mal uso de Ciutat Vella?
R. Hay muchas cosas. Tenemos que empezar a analizar si Ciutat Vella puede resistir un uso tan intensivo. Ciutat Vella hará el esfuerzo una vez más de pensar las maneras de ponerle coto o reconducir esa tendencia. Ordenanzas, planes de usos, todo lo que haya, utilizaremos todas las herramientas y más. Hay que reforzar los vínculos sociales, la comunidad de vecinos y propietarios, los que comparten un pedazo de espacio comunitario. Corresponsabilizar de la protección, gestión y cuidado a todos.
P. Mientras, La Rambla se está convirtiéndo en una avenida con grandes hoteles, donde proliferan los apartamentos turísticos irregulares.
R. Hay instrumentos, como los planes de usos y otros, pero lo importante es reaccionar y equilibrar. Pese a ello, el Raval, por ejemplo, sigue siendo un barrio orgulloso de serlo, un barrio que está vivo, que organiza y propone. Hablamos de los apartamentos turísticos que el plan de usos empezaba a limitar. Ante los nuevos fenómenos y entendiendo bien la configuración del barrio, hay que entender qué cabe y qué no cabe. Y lo que no cabe... no hay que tener complejos, no cabe.
P. ¿Tiene un diagnóstico del distrito como política, no como vecina?
R. Hay que cartografiar los análisis que han ido haciendo por una parte los servicios técnicos del Ayuntamiento y por otra la acción comunitaria de las entidades de vecinos. Hay que dibujar y ver: los apartamentos turísticos donde se concentran, el mobbing donde se produce, la desaparición o traslado de niños de una escuela a otra y por qué. Otro trabajo que se tiene que hacer es ver qué está pasando con la comunidad de vecinos y movilizar a la gente.
P. ¿Cómo movilizará a los que no tienen ganas?
R. Por barrios. Hay un mar de personas que viven al margen, será por desconfianza, por falta de tiempo, por un montón de cosas. Vamos a ir por ese margen, y ese es uno de los retos que me pongo. Vengan a las sesiones. Vengan, vengan, acérquense. El indicador de mi acción política en estos cuatro años será la audiencia pública, si al final de cuatro años la audiencia pública se ha convertido en un lugar de debate y de trabajo colectivo lo habré conseguido.
P. Tendrá una buena oportunidad con el plan urbanístico de la Barceloneta...
R. Sí. La Barceloneta es una gran oportunidad para el aprendizaje colectivo de lo que es la transformación urbana. Hay un objetivo que mueve y justifica este cambio, que es dotar de ascensores o darles flexibilidad a los quart de casa. Ahora es la hora del trabajo comunitario, de explicar bien, y la concreción humana, social, arquitectónica y de espacio público que supone.
P. Se ve como un plan que da pie a la especulación.
R. El peligro que tiene la Barceloneta de que se produzca especulación sobre ella es un peligro general. No es el plan el que lo provoca, está en todas partes.
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