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Fiestas de La Blanca
Columna
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La taberna del tío Baco

Cuando se anuncia que van a prepararse las bebidas se quiere significar que éstas son variadas y serán servidas con cordialidad. En tu casa o en la mía y, para los jóvenes, en cualquier rincón. Naturalmente, en vaso o a morro, se trata de un acto comunitario. Un grupo de gente se reúne, y alguien se encarga de preparar los brebajes para los que antes han sido preguntados -o no- por sus apetencias. Esto pone de relieve la abundancia o escasez de la bodega de quien invita, y tiene su relevancia social. No embriagan lo mismo cuatro copas en la casa unifamiliar que en el parque, tampoco es la misma ginebra ni siquiera parecido el ron, aunque similar el grado de alcohol.

En las curdas -de aquí y de Irak- también hay clases y ramas y hasta formas de comportarse estemos en el Círculo Vitoriano o en los guirigáis de la Cuesta. En ambos casos, aparentemente, se trata de un acto alegre y desenvuelto, que el cine y Vaya semanita han ayudado a difundir. La preparación indica cierta técnica en la elaboración de las mezclas (ofrecer un Rioja o explosivo kalimotov no requiere ningún máster) y se hace visible en la marca, evidentemente clasista, de los combinados. No es lo mismo un cubata en las txoznas que en Río, en la bodega del tío Baco o en el Caruso... Estamos hablando, como parece, de las bebidas alcohólicas. Las otras, con permiso de Osakidetza, aquí no cuentan.

Ahora que los poteadores se han ido de las barras aprovechamos las fiestas para recuperar perniciosas costumbres

Se considera bebida alcohólica cualquier líquido potable que contenga de un 0,5% a un 75% etílico por volumen, las colonias y otros sustitutos al margen. Estos días, tanto en el salón casero como en diversos abrevaderos, le pegamos cual Cele Kosakov a todo tipo de vinos, aguardientes y cócteles. Los primeros, se consumen desde la noche de Aitor Juaristi y, al contar con la bendición del presidente de la FAES, pasaremos a otras consideraciones. Hay una clasificación por sus propiedades: abocado, amontillado, generoso, rancio,... Sin embargo, durante La Blanca también nos presentan otros: peleones, picados, petroleros,... Capítulo aparte merece el champaña, nombrado por motivos legales, cava. Es el de las celebraciones, de los triunfos deportivos, de los dirigentes del PP... catalán. Propio de los brindis reiterativos, de la pomposa palabra y de las fuentes de Bilbao. Aunque en la capital vasca, como si fuera la riojana Batalla del Vino, en lugar de utilizar gaseosa, se derrama por la calle.

Me regalan unas botellas de txakoli y recuerdo que, según Pàmies, se trata de un vino que "fomenta la duda": ¿con ch o tx? ¿A partir de cuantos tragos el placer toma un ligero sabor castaña? ¿Cuál de todos es el mejor? Si, como sostienen los enólogos, su origen se remonta al siglo XVI, varias referencias no son precisamente halagadoras, algo que asimismo ocurría con ciertos caldos de uva para los guiris de la época. En la vida de esta denominación hay un momento Carandell: cuando el obispo de Calahorra -todavía no se había creado la diócesis de Vitoria ni existían mitras en la catedral del Athletic ni en la que ocupara el tal Setién-, repudió estos vinos por considerar que su buqué "no era el adecuado para la consagración".

Ya algunos ojos extraños al país de los vascos hacen alusión a esta bebida que tanto agrada a varios amigos. Uno de los mejores lo pude disfrutar en Bakio junto al desaparecido Juan Reizabal. Ahora que los poteadores se han ido de las barras, aunque quedan algunas cuadrillas montaraces e irreductibles, aprovechamos las fiestas para recuperar perniciosas costumbres y llegar a casa con los remos cimbreantes y la lengua de Rosa Regàs. De nuevo en la Taberna del Alavés, pero sin John Baina ni destilado escocés, volveremos a prepararnos más copas porque la bota de Celedón -esa que acabó en el Museo de Bellas Artes- deja ingrávido gusto a pez y su canilla apenas sirve para mojar el gaznate.

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