Empleo desigual
El empeoramiento del mercado laboral durante el mes de julio ha desatado interpretaciones pesimistas sobre la evolución próxima de la economía. Ya se avanza que el ciclo de prosperidad se ha agotado y que la desaceleración se transformará en breve en una crisis. Los datos del INEM de junio no son buenos: aumentó en 4.469 personas, especialmente en construcción -casi 12.000 parados más-, lo cual parece abonar la tesis de que el principal motor de la economía española desde 1997 está desacelerando intensamente. El estancamiento relativo del mercado turístico español también juega a favor del desempleo. El crecimiento de la contratación fija, en torno al 18%, es la contrapartida templada al jarro de agua fría de la subida del paro el mes pasado.
Antes de avalar la tesis de una crisis del mercado laboral causada por la construcción conviene comprobar que las malas tendencias se mantienen durante los próximos meses. Los factores que pueden desacelerar la economía -aumento de los tipos de interés, con el impacto directo sobre la oferta y demanda de viviendas, y el encarecimiento del crudo- llevan operando desde tiempo atrás. Acaso ahora estén agravados por el temor a que aparezcan fuertes restricciones en el crédito a empresas y familias. Pero los diagnósticos requieren análisis más complejos que la mera alarma por un mal dato del empleo medido por el INEM durante un mes atípico; es necesario, además, considerar si el mercado de la construcción tendrá un descenso suave, si la subida de tipos está pautada de forma gradual y si otros factores de crecimiento -servicios, industria- tienen aportaciones compensatorias más elevadas durante los próximos meses.
Sin embargo, en los últimos ocho años el paro ha dejado de ser un estrangulamiento global de la economía para convertirse en un problema de discriminación y de temporalidad demasiado alta. Lisa y llanamente, la tasa de paro femenino casi duplica la masculina. En la medida en que puedan aplicarse incentivos que no distorsionen gravemente los mercados, las políticas de empleo deben orientarse a elevar la tasa de ocupación femenina y, por supuesto, reducir la distancia salarial de hombres y mujeres, hoy es superior al 13% en condiciones de trabajo igual. Además, no se incurre en impaciencia si se dice que las reformas no están procurando aumentos rápidos en la contratación fija. Toda estrategia laboral solvente debería pensar en cómo puede acelerarse la estabilidad de los puestos de trabajo.
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