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Análisis:FÓRMULAS QUE MUEVEN EL MUNDO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cosas que caen al suelo

Javier Sampedro

El tema de la manzana de Newton huele a sermón del News of the World desde 20 metros de distancia, pero el caso es que muchos historiadores de la ciencia lo consideran verosímil. Hombre, no que le diera en la cabeza, por el amor de Dios, pero sí que la viera caer en un atardecer de 1666 desde un manzano próximo a su ventana en Woolsthorpe Manor, que suena muy bien pero no era más que la casa de su madre en Lincolnshire.

En ese momento, como en casi cualquier otro, el joven Isaac estaba pensando en la Luna, y lo que cayó sobre su cabeza no fue un objeto. Fue una iluminación: que lo que tiraba las manzanas abajo era la misma cosa que sujetaba a la Luna en su órbita alrededor de la Tierra. Newton le contó esta historia a tres personas de confianza, empezando por su ayudante, yerno segundo y biógrafo primero, John Conduitt. Yo me la creo porque volvió a ocurrir 250 años después.

Tú puedes ir jugando al ping-pong en un barco (supongo), o tirando una pelota al aire en el AVE. Aunque el tren se esté moviendo, la pelota no "se queda atrás" cuando abandona tu mano. Si llevas bien atornillado el iPod con los 50 cent, no tienes forma de saber si el tren está en la estación o a medio camino entre Ciudad Real y Córdoba. Hasta ahí habían llegado entre Galileo y Einstein en 1905.

Pero fíjate en que no he dicho "saliendo de Ciudad Real", ni "llegando a Córdoba", porque ahí sí que no hay iPod de 50 dólares que te pueda ocultar el hecho "evidente" de que el AVE está acelerando (o frenando, que es acelerar con signo menos). Ésta era la Luna de Einstein en 1906, y su manzana fue un ascensor.

Lo que tienen de particular los movimientos acelerados -lo que los diferencia de todas las demás situaciones: estar parado o moviéndose a velocidad constante- es que "se notan". El tipo que va al volante ve el semáforo en ámbar, pisa a fondo para saltárselo y tú sientes que te haces uno con el respaldo de tu asiento. En ese momento aparece un guardia y del frenazo te comes el parabrisas, el salpicadero y hasta el guardabarros (se han dado casos). Los volantazos son otra forma de acelerar, porque "acelerar" es apartar al coche de su abulia, y ésta no sólo consiste en ir a 80 kilómetros por hora, sino también en ir siempre al frente. De ahí que los volantazos también se noten.

Es chocante que fuera Einstein la primera persona en darse cuenta -"la idea más feliz de mi vida", según su propia descripción- de que hay una notabilísima excepción a esa regla de que las aceleraciones "se sienten". Si te subes a un ascensor montado en una báscula de baño y le das al cuarto piso, te verás engordar 10 o 12 kilos mientras el ascensor acelera (recuperarás la línea a la altura del segundo o por ahí). Más agradable es el arranque del viaje de vuelta, desde luego, cuando pierdes esa docena de kilos, también durante un piso. Pero si te cortan el cable, la báscula no marca tu peso, ni 10 kilos más ni 10 menos ni mitad de cuarto: marca exactamente cero. Y tú no "sientes" nada. En caída libre, la situación es exactamente como si un duende verde hubiera desconectado la fuerza de la gravedad por arte de magia. La tasa de reconexión, naturalmente, te espera unas docenas de metros más abajo.

Einstein escribió mucho más tarde: "Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando de repente me vino una idea: si una persona cae en caída libre no sentirá su propio peso. Quedé sorprendido. Esa sencilla idea me causó una profunda impresión y me impulsó hacia una teoría de la gravitación". ¿Por qué todas las aceleraciones se sienten menos la que imprime la gravedad? La respuesta debía ser, se dijo Einstein, que la aceleración y la gravedad son "lo mismo" en algún sentido profundo. La expresión formal de esta idea -las leyes físicas son las mismas en un sistema de referencia acelerado que en un campo gravitatorio- se conoce como "principio de equivalencia", y es el germen de la más fundamental de las teorías de la física contemporánea, la relatividad general. Formalizar matemáticamente esa teoría le llevaría aún a Einstein 10 años de desesperación. Y contratar a su amigo Marcel Grossmann para que desempolvara los cruciales hallazgos geométricos que el gran Bernhard Riemann había logrado 60 años antes. Según la relatividad general que salió de todo ello, los objetos deforman el espacio y el tiempo (el espacio-tiempo) de su entorno, como una bola de petanca deforma una cama elástica. Si hay otra bola de petanca rodando por las proximidades, la deformación hará que caiga en espiral hacia la primera (y viceversa). Esas danzas geométricas de los objetos -manzanas, planetas, galaxias- abandonados a una caída libre perpetua por las sinuosas pendientes del espacio-tiempo, esa coreografía cósmica es lo que los mortales habían percibido torpemente como "gravedad" hasta 1916.

Por favor, ¿a alguien se le ocurre una pregunta tonta? Pero "realmente" tonta, ¿eh?

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