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Charles Bukowski explicado por las mujeres de su vida

La trayectoria literaria del escritor estadounidense, que habría cumplido hoy 100 años, no se entendería sin sus aventuras sentimentales

Charles Bukowski, durante una polémica emisión del programa cultural francés 'Apostrophes', en 1978.
Charles Bukowski, durante una polémica emisión del programa cultural francés 'Apostrophes', en 1978.CORBIS

—¿Cuál es tu definición del amor?

—¿El amor? Es como cuando te levantas una mañana y ves que hay niebla después de que haya salido el sol. Es como ese breve instante que hay hasta que se quema.

—¿En serio?

—Absolutamente.

—¿Se quema?

—Sí, rápidamente. El amor es una niebla que se quema con el primer rayo de luz de la realidad.

Cuando Charles Bukowski (Andernach, Alemania, 1920- Los Ángeles, Estados Unidos, 1994) definió el amor, se encontraba en la última etapa de su vida. Eran los años 80 y el escritor de Mujeres (1978) y Cartero (1971) había conseguido la fama encantando a los lectores con sus poemas y, al mismo tiempo, escandalizando el mundo por su realismo sucio. Compartía una casa en San Pedro (California) con Linda Lee Beighle, su última pareja, además de segunda esposa, que prometió cuidar de él y mejor que nadie le acercó al concepto de estabilidad. Hasta ese momento, sus relaciones más se parecían a esa “niebla” de la que hablaba, un péndulo que oscilaba entre sexo ocasional y furiosas peleas.

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Buk o Hank —así le llamaban Lee y sus amigos— por mucho tiempo no supo qué significaba amar. Creció bajo la violencia de su padre, Heinrich, mientras su madre, Katharina, le repetía que, si su marido le pegaba, en cualquier caso tenía razón, aunque para su hijo “estaba jodidamente equivocado” en la mayoría de los casos. La que se presentaba como una acogedora residencia de inmigrantes alemanes en la Longwood Ave de Los Ángeles, en realidad escondía una “casa de los horrores”, donde su padre desempeñaba el papel de “un gran maestro de literatura”, por enseñarle “el significado del dolor sin sentido”.

Los golpes se convirtieron en heridas físicas durante su adolescencia. La piel de Bukowski estaba machacada por el acné vulgaris, que le provocó las cicatrices que conformaban su emblemática cara angulosa. En La senda del perdedor (1982) cuenta que no quiso participar en el baile de su promoción, porque las postillas le habían desfigurado y su aspecto le avergonzaba. Así, su primera vez se tradujo en una anécdota tragicómica. Tenía 24 años y pasó una noche en un bar con “una puta de 150 kilos”. Ambos estaban borrachos y yacieron juntos para consumir un decepcionante acto sexual. El joven escritor terminó echándola de su habitación al creer que le había robado su cartera, pero la encontró enseguida entre sus mantas.

El abandono de su madre y la violencia de su padre constituyeron el esquema sobre el que se basó cualquiera de sus aventuras sentimentales más relevantes, según afirma John Dullaghan, director del documental Bukowski: Born Into This (2003), en una videollamada. La mayoría de las relaciones empezaban con una correspondencia epistolar, que se convertía en una convivencia cuyo ritmo estaba marcado por su excesivo celo y se alternaba entre momentos de extrema intensidad y otros de largas pausas.

Henry Charles Bukowski en 1987.
Henry Charles Bukowski en 1987.CORBIS

Jane Cooney Baker (1910-1962) fue la primera persona que le prestó “atención”, algo a lo que no estaba acostumbrado. Pero, nunca compartieron una verdadera vida doméstica juntos. Ella le abandonaba por meses para volver cuando sus recursos terminaban. Se acostaba con otros hombres, aunque esto no impidió que Bukowski la considerase el primer amor de su vida y que su muerte por una úlcera en el estómago le destrozase, como se lee en el poema Para Jane, con todo el amor que le tuve, que no fue suficiente. En el medio, transformó una relación epistolar con la editora Barbara Frye —Joyce en Cartero— en uno de esos matrimonio rápidos en Las Vegas. Dos años después, en 1958, ella pidió el divorcio, desapareciendo en la nada. Solo se sabe que murió en circunstancias misteriosas en la India, probable víctima de una secta religiosa.

“Cuando encontraba una persona cuya relación no reflejaba la de sus padres, no duraba mucho”, sostiene Dullaghan. Un año fue suficiente para encontrar a una admiradora, cuando todavía era un escritor de revistas underground, acostarse con ella y concebir a su única hija, Marina, en 1964. Frances Dean Smith, también poetisa con el seudónimo de FrancEyE (1922-2009), había superado los 40 años y no pensaba que podía quedarse embarazada. Sin embargo, ocurrió y Bukowski le pidió que se casaran. “Le parecía justo y cuando le rechacé le costó entenderlo”, dijo en Born Into This. El poeta siguió ocupándose de su hija, aunque decidió cerrar la relación, víctima de la monotonía: de noche trabajaba en la oficina de correos, un oficio que le asqueaba, y de día escribía. “La casa y la niña eran demasiado para él. Acabó perdiendo la pasión”, cuenta el director del documental. Entonces, llegó el éxito mundial.

El estudio sobre las mujeres

Sus escritos empezaron a obtener cierto reconocimiento en el área de Los Ángeles. A finales de los 60, la revista Open City le ofreció un espacio semanal para sus Escritos de un viejo indecente, que luego se trasladaron al L.A. Free Press. En el círculo local de poetas conoció a la primera mujer que pudo aspirar a alcanzar la importancia que tuvo Jane. Linda King, de 20 años menos, inauguró una nueva fase, en la que Buk se ligó a mujeres más jóvenes que él, aprovechando la creciente fama que alcanzó en Estados Unidos y Europa. De hecho, ese mismo año, 1970, John Martin, que publicaba sus poemas con el sello Black Sparrow Press, le ofreció una renta mensual para dedicarse exclusivamente a escribir y dejar su trabajo.

Linda King y Charles Bukowski en los 70.
Linda King y Charles Bukowski en los 70.Cortesía de Linda King

King (1940) es una de las pocas supervivientes. En su estudio conserva todavía la escultura que realizó cuando conoció al escritor, y que él le devolvía después de cada pelea: “A veces todavía me habla”, cuenta por correo. La intimidad de la pareja era tan intensa cuanto las confrontaciones: “Le gustaba la idea del celo y amaba que te demostraras celosa. Lo leía como cariño”. Una noche llegó a golpearla, pero al día siguiente afirmó no recordar nada, aunque ella quedó con dos ojos negros: “Si le metes demasiado alcohol en la relación, nunca se sabe lo que va a pasar. Pese a esto, había mucha química entre nosotros. Fue difícil dejarlo”, dice.

Fueron cinco años turbulentos, que terminaron solo cuando King tiró desde la ventana la máquina de escribir y algunos libros de Buk, cansada de sus infidelidades, como la con Liza Williams (1928-2014), su colega en el L.A. Free Press, que el escritor abandonó para volver una vez más con su Linda, pese a las amenazas de suicidio. Al final, finalmente King decidió mudarse desde California hasta Phoenix: “Me fui sobre todo porque seguía volviendo con él. Quería que hubiera muchos kilómetros entre nosotros”.

En 1978, Bukowski publicó una de sus novelas más importantes y controvertidas: Mujeres. Linda King se leyó retratada en el personaje de Lydia Vance, estable e irracional, “reducida a una de sus muchas amantes”. Para vengarse escribió Loving and Hating Charles Bukowski, un libro que salió solo en 2012 e incluye el relato de cinco años de relación, las conmovedoras cartas intercambiadas entre los dos y los poemas que Hank le había dedicado. “Será probablemente un bestseller cuando muera”, bromea.

La primera parte de los años 70 coincidió para el poeta estadounidense con un periodo de intensa actividad sexual, que le valió nuevas críticas sobre su supuesta misoginia, no obstante siempre había profesado un disgusto general hacia la humanidad, como contó su amigo Sean Penn: “Me dijo que trataba peor a los hombres que a las mujeres”. En 1988 un periodista de una televisión belga le criticó sosteniendo que al leer Mujeres parecía que su visión del género femenino era solo “un culo y un par de tetas”. Buk contestó: “¿De verdad te quedas solo con esto? ¿No te quedas con las partes en las que estoy llorando en la cama y las lágrimas me cubren la cara porque invité a dos mujeres a pasar el día de Acción de Gracias conmigo y no supe con cual de las dos irme?”.

El lenguaje directo que empleaba en su escritura y su personalidad fuerte pero frágil atraían legiones de mujeres interesadas en actuar como amantes al menos por una noche. Una de ella incluso llegó a autopublicar un libro sobre esta experiencia. En Blowing My Hero (1995), Amber O’Neill describe un íntimo fin de semana, en el que huyó de su marido y su hija para volar hacia California y acostarse con su ídolo literario. Dullaghan la entrevistó para el documental y quedó sorprendido al escuchar el relato: “Me enseñó la foto de su familia y pensé: ‘¿En serio dejas esto por él?’”.

“Escribió muchas cosas feas sobre las mujeres. No hay dudas sobre ello, sobre todo si lo ves a través de la lente del Me Too. Pienso que las personas con las que hablé veían su lado sensible, su sabiduría y su sensibilidad. Pienso que veían al niño que sufría ahí debajo”, sostiene el director. Bukowski recibía miles de cartas y llamadas de mujeres que suplicaban conocerlo. Una de ellas llegó por parte de Pamela O’Brien, que le pedía un encuentro cara a cara para el cumpleaños de una amiga. Al final, el regalo se convirtió en una relación entre O’Brien, 24 años en 1975, y Bukowski, 55, que inspiró El amor es un perro del infierno (1977), entre las obras en las más se perciben los estragos del poeta, y también una biografía de la relación escrita por la joven amante del escritor, Charles Bukowski’s Scarlet: A Memoir (2010). “Le dejaba por varios días, volvía para pedirle dinero, se iba con sus amigos y tenía sexo. Luego se repetía el ciclo. Esto destruyó Bukowski porque sentía mucho por ella”, relata Dullaghan. En su documental aparece el video de una entrevista en la que, al oír el ruido de un coche, el escritor se levanta ilusionado pensando que fuera ella, para luego darse cuenta de que se trataba simplemente de alguien que pasaba por ahí.

Bukowski con la escultura de Linda King.
Bukowski con la escultura de Linda King.Cortesía de Linda King

La “investigación” sobre el género femenino terminó cuando Bukowski se acostó en una noche con seis mujeres diferentes: “Al final me avergoncé de lo que estaba haciendo y dejé de hacerlo”, admitió. Y fue en ese momento que entró en su vida Linda Lee Beighle (1943), que gestionaba una tienda de comida saludable: “No tenía intención de ser su novia. Empezamos una amistad y siempre me llamaba para contarme de las mujeres con las que se liaba. Las mujeres no paraban de entrar y salir de su vida. Su estudio terminó y ahí llegué yo. Se habían ido”, contó en el documental. Se conocieron durante una de sus lecturas públicas y junto se mudaron a San Pedro, donde compraron una casa y una BMW, y se casaron en 1985, con Hank llorando en frente del cura. La llamaba “mi enfermera” y muchos de sus conocidos coinciden con que le regaló varios años de vida y le salvó del período oscuro con Pamela. “Me la enviaron para salvarme la vida”, dijo.

Con Lee se volvía a repetir el mismo esquema de las otras relaciones más intensas: dos carácteres fuertes que discutían a menudo y gritaban. Uno de esos enfrentamientos quedó grabado en The Charles Bukowski Tapes (1987), de Barbet Schroeder, donde el autor acusa a su pareja por las relaciones con otros hombres y termina por darle una patada tildándola de “puta”. Es el ejemplo más utilizado para demostrar su supuesto odio hacia las mujeres.

Dullaghan opina que hubo varios episodios como aquello, pero Lee quedó al lado de Hank hasta el final. Estuvo con él cuando contrajo tuberculosis en 1988, leucemia en 1993 y disminuyó la cantidad de alcohol por primera vez para salvaguardar su salud y dedicarse a un análisis interior de su vida. Hoy sigue viviendo en la misma casa, en San Pedro, y a veces siente su presencia, como contó en una entrevista en 2011: “Es como vivir en un museo, porque todo está allí, salvo él. En ese lugar me siento muy triste, lloro cada día. Por la tarde, entro en su oficina y a veces todavía siento su olor”.

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