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De cómo George W. Bush decidió estudiar historia

Emilio Menéndez del Valle

Con la significativa excepción de George W. Bush, pocos se atreven a negar que la situación en Irak es hoy caótica. Sin embargo, W. -como le denominan algunos comentaristas norteamericanos- sorprende casi cotidianamente a la opinión pública con originales iniciativas. En un discurso a principios de julio informó a sus compatriotas que estaba estudiando historia y que había invitado a la Casa Blanca a un grupo de historiadores y teólogos para cambiar impresiones sobre la suerte de Irak y la naturaleza del bien y del mal.

Bush progresa. Ha pasado de la mera proclama inicial sobre el maligno a querer redactar una tesis sobre el eje del mal. Como dice uno de los analistas que le siguen de cerca, W. parece ignorar que la historia es un imaginativo modo de distraer la atención de lo que está sucediendo ahora. Y lo que sucede ahora, insisto, es caótico.

Tanto que el establishment político norteamericano, de uno u otro color, está bastante descompuesto sobre el particular. En las filas republicanas muchos no aguantan más porque ven que el descrédito y la inoperancia de su jefe puede arrastrarles al abismo y al ostracismo políticos. En el lado demócrata hay de casi todo. Está Hillary Clinton, que en el colmo del cinismo ha declarado que si se hace necesaria la retirada de Irak es porque el pueblo y el Gobierno iraquíes no han sabido aprovechar la oportunidad que la invasión estadounidense les brindó. Pero también está Barack Obama, el aspirante de color a la presidencia de los EE UU, que vivió un largo periodo en Indonesia -el mayor país islámico del mundo y hoy con un régimen democrático- y que tiene una visión del trauma de Irak alejada de la "historia" y cercana a la realidad.

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Pero lo que está sucediendo ahora en Irak tiene mucho que ver con lo que sucede en Palestina, y de ello es, al menos parcialmente, también responsable W. De esta responsabilidad se libra Obama, no así Hillary Clinton, quien en plena masacre israelí del Líbano hace un año, con desparpajo digno de mejor causa, espetó: "Estaremos siempre con Israel porque defender a Israel es defender nuestros valores".

El curso de los acontecimientos en Oriente Próximo indica que la política exterior de los principales protagonistas (me refiero al ocupante y a sus aliados, no a los ocupados) no está al servicio de la democracia. Hoy en día -y como consecuencia de la absurda cruzada emprendida por la Administración de Bush en Oriente Medio-, Al Qaeda está por doquier. Por ejemplo, en ese gran campo de concentración que es Gaza, donde se hacinan un millón y medio de personas y donde la desesperación, la humillación y la frustración imperan.

Gaza -hoy bajo control de Hamás- puede llegar a convertirse en semillero de Al Qaeda. ¿Por culpa de Hamás? No. La historia constatará precisamente que la responsabilidad fue de quienes traicionaron la democracia. De quienes -tras obligar a celebrar unos comicios en un Estado virtual como es Palestina porque creyeron que iban a ganar "los suyos"- decretaron el ostracismo económico, social y político de los vencedores en las urnas. Con tal actitud, esos irresponsables han conseguido acabar con el poco atractivo que la democracia poseía en Oriente Medio.

No es Hamás quien se ha opuesto a la democracia. Ha sido Hamás quien ha querido jugar gradualmente el juego democrático y no se le ha permitido. Hamás aceptó el plan árabe de paz y la iniciativa saudí para entrar en un Gobierno de coalición con Fatah y avanzar hacia la paz con Israel a cambio de la devolución de los territorios ocupados en 1967. Fueron Yihad Islámica ypor supuesto Al Qaeda quienes condenaron todo el proyecto. Sin embargo, Israel y EE UU -y, lamentablemente, parece que la UE también- no estaban dispuestos a distinguir las voces de los ecos.

En marzo de 2007, Ayman Al Zawahiri, lugarteniente de Osama Bin Laden, acusó a los fundamentalistas palestinos de sumisión a Israel por haber aceptado constituir un Gobierno de unidad nacional con Fatah. Sin embargo, ante el curso de los acontecimientos, el 25 de junio Al Zawahiri llamaba a Hamás a integrarse en Al Qaeda para la lucha común. El discurso del dirigente terrorista -difundido por Internet- evidencia los errores cometidos por Occidente en relación a Hamás. Es una muestra de la oportunidad perdida de integrar el integrismo en el sistema y del campo que hemos dejado abierto a Al Qaeda.

¿Estamos a tiempo de reaccionar? ¿Qué hacer hoy con una Palestina, más virtual que nunca, dividida en dos? Tal situación se mantendrá a corto plazo, pero los palestinos no tolerarán su institucionalización. Toda medida destinada a rebajar la tensión debe ser bienvenida, como la recientemente anunciada (si es que la mantiene) por Israel de no atacar a los milicianos de Fatah que dejen las armas y se integren en las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina.

¿Y de Europa, qué? Ha causado un cierto revuelo la Carta abierta a Tony Blair publicada por varios medios (entre ellos EL PAÍS, 10-7-07), en la que los ministros de Exteriores de los Estados euromediterráneos, incluidos los de España, Francia e Italia, animan al nuevo enviado especial del Cuarteto en la misión de intentar resolver el conflicto israelo-palestino. Si obviamos la extravagancia inicial ("mientras el mundo se entristece por ver a Blair abandonar el primer plano..."), la carta contiene interesantes afirmaciones y reconocimientos de la realidad: "La hoja de ruta ha fracasado"; "los requisitos demasiado estrictos... como condición previa para reanudar el proceso de paz no han hecho más que empeorar la situación"; hay que ofrecer "negociaciones sin condiciones previas respecto al estatus final"; hay que lograr la "congelación de la colonización israelí"; "no empujar a Hamás a una escalada... abrir la frontera entre Gaza y Egipto... alentar a Arabia Saudí y Egipto a restablecer el diálogo entre Hamás y Fatah".

Hay un serio problema, no obstante. De nada sirve esta retahíla de buenos deseos y reconocimiento de errores si los Gobiernos de la Unión más importantes no tienen la voluntad política de imponer lo que pregonan. Blair (del que, sardónicamente, Robert Fisk decía hace unos días "¿Pero a quién se le habrá ocurrido nombrarle?") y Javier Solana son ejecutores y propiciadores -pero no elaboradores- de decisiones políticas adoptadas por los Gobiernos. ¿Van a cambiar éstos la indiferencia, la inacción o, como sostiene la carta a Blair, "la falta de convicción de Europa"?

Desde luego, la voluntad política de los EE UU existe, pero en otra dirección. Como editorializaba un diario tan prestigioso y poco sospechoso como Financial Times (16-6-07), "no parece que el reparto de las culpas y responsabilidades deba comenzar por la parte más débil, los palestinos. Hacerlo así es analítica y moralmente erróneo. Palestinos bajo ocupación y frecuente asedio militar y enfrentados a la política de los Estados Unidos, que, lejos de ofrecer una mediación equilibrada, ha apoyado siempre todo lo que Israel ha demandado... La Administración de Bush puede añadir el caos de Gaza a su catastrófico récord en Oriente Medio. Al imponer precondiciones irreales y luego sanciones a Hamás después de su victoria electoral en 2006, y apoyando además a los señores de la guerra locales de Fatah, pareciera que ha buscado activamente que se produjera este violento resultado, otro desastre humano para los palestinos".

Ahora, ante el caos iraquí y el término de su presidencia, a W. le ha entrado la prisa por "resolver" el conflicto israelo-palestino. Ahora quiere convocar una conferencia internacional para "reiniciar las conversaciones de paz" y revisar el progreso logrado en construir instituciones democráticas en el mundo árabe (?). Dice que hay que concentrarse en ayudar a los palestinos a construir instituciones sólidas, cuando Israel lleva años debilitándolas, con el silencio cómplice de Washington, su aliado estratégico y, por tanto, mediador no neutral.

Lo cierto es que desde la invasión de Irak en 2003 la Administración de Bush ha hecho lo contrario de lo que dice querer hacer. Hoy sigue diciendo que "hay avances en la guerra global contra el terrorismo", cuando todos sabemos que Al Qaeda disfruta de la mayor capacidad operativa desde el 11-S y el terrorismo aumenta en función de la continuada ocupación de Irak. ¿Otorgamos ahora a W. el beneficio de la duda? Si ustedes quieren, por unas semanas.

En cualquier caso, si perdura en su afán historiográfico, cuando W. abandone la presidencia tal vez reflexione sobre el mal que a los imperios ocasionan el caos y la anarquía. Podría leer a Plinio el Viejo -figura clave de Roma, fino analista- quien, sin embargo, unas décadas después de la muerte de Cristo, no percibió que una religión nacida en los confines orientales del imperio comenzaba a entusiasmar a los pobres y oprimidos y predicaba que existía otra vida, eterna y tan espléndida que el martirio era algo que merecía la pena. Como es sabido, fue la religión cristiana quien contribuyó de manera especial a socavar el imperio.

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

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