"Se lo merece todo"
Familiares, amigos y vecinos de Contador se reúnen en Pinto, su ciudad natal, para ver la llegada a los Campos Elíseos y festejar el triunfo
No hay montañas en Pinto. Ni cuestas, ni pendientes, ni el más mínimo repecho. Nada que ver con esos coquetos pueblos en las faldas de los Pirineos o de los Alpes, donde se suelen forjar los grandes escaladores. Pinto es la típica ciudad dormitorio del cinturón de Madrid. Modesta, no muy bonita, pero con algunas zonas residenciales con cierto encanto. Esta ciudad de 40.000 habitantes es el hogar de Alberto Contador. Aquí están las calles por donde comenzó a dar sus primeras pedaladas, donde viven sus amigos, sus compañeros de andanzas, con los que empezó a desarrollar su amor por la bicicleta. Aquí salía con su pandilla, durante los cálidos veranos en los que se escapaban todos juntos, a dar una vuelta. Donde un día empezó a soñar con emular a Indurain, con escalar el Galibier o el Tourmalet, cuando, con 15 años, los Reyes le trajeron su primera bici. Nueve años después, toda la ciudad está de fiesta porque Alberto, su Alberto, ese chico al que veían entrenar por el barrio, ha ganado el Tour.
"Estoy en una burbuja. Nunca pensé que Alberto llegaría hasta aquí", confiesa su hermana
"El primer día que cogió la bici tras su operación, nos dejó a todos atrás", cuenta un compañero
Una gran pancarta franquea el acceso al pabellón Príncipe de Asturias. Dice así: "Pinto con Alberto Contador. Gracias, campeón". Decenas de cicloturistas aparcan sus bicicletas en la entrada. Familias, grupos de amigos y también algún que otro dominguero, bocadillo de tortilla en ristre, dispuestos a pasar una tarde agradable celebrando la victoria del que, desde ayer, se ha convertido en su vecino más ilustre. Dentro, unas 1.500 gargantas jalean al maillot amarillo. Banderas, bocinas, megáfonos y un bombo que alienta a la masa. Mucho ruido. Un gran póster del campeón, con los brazos en alto, preside el recinto, en donde se ha habilitado una pantalla gigante para que los pinteños puedan ver la coronación de Contador en los Campos Elíseos.
Alicia tiene 26 años, es la hermana mayor de Alberto. Está nerviosa. Tiene los ojos vidriosos y la voz rota "de tanto gritar estos días", asegura. Un piercing en el labio inferior le tiembla, inquieto, mientras habla. "Estoy en una burbuja", afirma, antes de reconocer que todo lo que se ha montado alrededor de la figura de su hermano le rebasa. "No paran de llamarnos, de felicitarnos. Es increíble. Todos los medios pidiéndonos entrevistas... Pero es bonito". Confiesa que todavía no ha asimilado el triunfo de Alberto en la carrera ciclista más prestigiosa del mundo. Es incapaz de analizar con frialdad la victoria y no relaciona el nombre de su hermano con el del quinto vencedor español en la historia del Tour. "Nunca pensé que Alberto llegaría hasta aquí. Salíamos juntos por ahí, con los amigos, éramos de la misma pandilla", recuerda con cierta nostalgia; "entonces empezó con lo de la bicicleta y se sentía feliz. A partir de ahí, fue todo muy rápido. Cuando dio el salto a profesional, le dije a mi madre: 'Mamá, ¿Alberto va a ser de ésos que salen por la tele?' Y fíjate ahora. Todo un campeón del Tour", recalca emocionada.
Alicia está bien protegida por sus amigas "de toda la vida", que están pendientes de ella, de que los periodistas no le agobien con tanta entrevista. "El apoyo de nuestra gente está siendo increíble. Mis amigas me dicen: 'nunca imaginé que tu hermano me haría llorar'. Y lo dicen de verdad. Es muy bonito", señala. "Y de Alberto, pues qué te voy a decir", sonríe de oreja a oreja; "pues que es un chico fantástico, que se merece todo lo que le está pasando después de haber atravesado por momentos muy duros y que tiene un gran corazón".
Esos "momentos duros" a los que alude su hermana se refieren a un aneurisma cerebral que sufrió en la Vuelta de Asturias de 2004, y que estuvo a punto de acabar con su carrera. Paco y Jorge, vecinos de Pinto y compañeros de entrenamiento de Contador, vivieron codo con codo esa etapa dura de su vida y ensalzan su fortaleza mental para reponerse. "Está hecho de una pasta especial", reconoce Paco, enfundado en un maillot blanco del Discovery; "ahora toca vivir lo bueno, las alegrías y ¡¡disfrutaaaar!!", grita, casi fuera de sí. Jorge, más reflexivo, coincide: "Su enfermedad nos afectó mucho. Pero sabíamos que lo superaría", asegura; "una muestra de su calidad como ciclista es que el primer día que cogió la bicicleta, tras la operación, después de casi seis meses sin tocarla, nos dejó a todos atrás. Fue increíble, nosotros entrenando todo el día y él, recién salido del postoperatorio, nos dejó a todos tirados en la cuesta de Chinchón".
Paco y Jorge estaban convencidos de que iba a ser un buen Tour. Los dos visitaron a su amigo en Francia y le acompañaron en la competición durante cinco días. Jorge relata cómo el día del Plateau de Beille, cuando ganó la etapa, Contador les hizo un gesto cuando les vio en la carretera y, justo en ese momento, comenzó a tirar. "Nos vio y levantó el pulgar hacia arriba. Se encontraba muy cómodo, nos había dicho esos días que se recuperaba bien y que las piernas le respondían".
"Pero también ha sabido pelear en los malos momentos", interrumpe Paco; "el día del Aubisque, pese a que estaba atacando, no estaba en su mejor forma. Cuando nos vio, ese día resopló, como diciendo que estaba agotado, que ése no era su momento. Pero se agarró a la bicicleta y aguantó".
Todos conocen a Alberto, todos tienen anécdotas de ese chico que salía siempre a entrenar con la misma sudadera con capucha. Como Lucía, una amiga de la familia que sólo tiene palabras bonitas para describirle. "Es un chaval muy noble. Un encanto. Mi hijo y él iban a entrenarse juntos, le conozco desde entonces", asevera. "Un día, en Toledo, hasta tuve que hacer de coche escoba, porque pincharon tantas veces que se quedaron sin cámaras de repuesto", cuenta divertida. "Hoy es una alegría enorme verle dónde ha llegado. La familia lo ha pasado mal y se lo merece todo. Estos días, Paqui me decía que estaba agobiada con tanta entrevista. Pero yo le decía que mejor eso que los días que se han pasado en el Ramón y Cajal, cuando lo de la enfermedad".
Falta poco para que Contador llegue a los Campos Elíseos. Alicia, Paco, Jorge... todos toman posiciones delante de la pantalla para no perder detalle de la coronación de su hermano, de su amigo, de su Alberto. El flamante maillot amarillo cruza la meta y la muchedumbre rompe en gritos y aplausos. Las botellas de cava se agitan y se suceden los abrazos. De ahí, a la cercana fuente José Crespo, a seguir con la fiesta, a remojarse, como en esas tardes calurosas en las que Alberto agarró su primera bici.
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