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Reportaje:TOUR 2007 | El quinto ganador español

La mirada fresca de Contador

El madrileño, con tan sólo 24 años, conquista el noveno Tour para España .- El ciclista de Pinto asume que tendrá que soportar las sospechas que azotan al ciclismo .- En un hecho sin precedentes, seis españoles finalizan entre los diez primeros

Carlos Arribas

El miércoles por la mañana, al día siguiente de la expulsión de Vinokúrov y del Astana, dos ciclistas españoles enrolados en equipos extranjeros charlaban en la salida de Orthez. La náusea. Las ganas de dejarlo todo, de acabar de una vez. "No entiendo la falta de compromiso de Vinokúrov, su egoísmo", contaba uno. "Yo he hecho un esfuerzo los dos últimos años. Me he sentido responsable. He corrido con lo que soy, y él, que es uno de los jefes, uno de los que tiene que marcar el camino, no sólo pone en peligro su carrera, sino el ciclismo en general. Pienso en los chavales de su equipo, si se retiran los sponsors, si se quedan en la calle. Y ese mismo Vinokúrov es el que me sacó siete minutos en la contrarreloj de Albi". Su amigo, con el maillot de un equipo francés, asentía. Hablaba de su experiencia, de cómo le respetaba, de cómo el equipo no les presionaba, no les exigía victorias a toda costa.

Nadie hablaba ayer de Contador en Francia. Un ganador condenado. Fuera de España ganó el morbo
Para deleite del aficionado, la carrera deportiva ha sido hermosa, abierta, libre
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París, por fin París

Diez minutos después, en la salida, hubo una pequeña sentada, simbólica, los corredores de los equipos creíbles acusando directamente con la mirada a los demás. Un líder de Tour, un maillot amarillo recibía por primera vez desde Anquetil en el 64 los pitidos de la afición. Silbidos para Rasmussen. Nunca el pelotón ciclista, un grupo famoso hasta hace nada por su gremialismo, por la dictadura de la ley del silencio, había estado tan cerca de la ruptura. Nunca había estado el Tour tan cerca de pararse, nunca había estado el ciclismo tan bajo. Hasta entonces, desde la salida espectacular, ingenua de Hyde Park, se habían venido desarrollando dos Tours simultáneos, dos carreras cuyas etapas se entrelazaban, se influían mutuamente. Por un lado, el Tour aparentemente deportivo, la carrera de los ciclistas por llegar antes que el vecino a París; por el otro, las luchas internas entre los equipos, las federaciones, los organizadores, la dialéctica de la lucha entre creíbles e increíbles. Como telón de fondo, como gran decorado escondiendo cualquier posibilidad de paisaje natural, un asunto, el dopaje; un tema, la credibilidad del ciclismo. A partir de aquel día, de la última etapa de los Pirineos, el segundo Tour, el del morbo, derrotó al primero, el deportivo. Para desgracia de Contador, que tuvo que apechugar sobre sus magras espaldas con el peso de la culpa de tantos años de desvaríos del ciclismo. "Pasé por el lugar inadecuado en el momento inadecuado", repite Contador con una fórmula esquemática que le permite protegerse de las preguntas agresivas. Ganó también el Tour en el momento inadecuado.

El Tour del morbo no comenzó en Londres, sino en París. Comenzó el último día del Tour de 2006, con el positivo de Landis -aún no hay ganador oficial de aquel año, y no lleva camino de que lo haya nunca-. En Londres se reunieron los directores de varios equipos para pergeñar un documento, el acta de nacimiento del ciclismo creíble, para diseñar una estrategia agresiva que les permitiera desenmascarar a los demás, a los increíbles, aunque con ella se llevaran por delante el Tour. Los creíbles, supervivientes del ciclismo de toda la vida, herederos de la época de los vicios que creían haber trazado una raya con el pasado, que creían en la posibilidad del borrón y cuenta nueva. Por su parte, los increíbles, obligados a trabajar a la defensiva, intentaban aplicar el sentido común a la problemática, intentaban explicar que todo el conflicto nacía de la lucha de intereses económicos entre los organizadores y la Unión Ciclista Internacional (UCI), intentaban hacer ver que la lucha estúpida conducía a la sangría, al suicidio del ciclismo. Los increíbles, supervivientes del ciclismo, ex corredores, gente del medio que cree en la posibilidad de otro ciclismo diferente al que han mamado. Con escaso éxito. En la carretera, era aún la época de las etapas tontas, sprints y fugas imposibles, la rivalidad se dejaba ver en detalles pequeños, divertidos.

Entre medias, la lucha entre el Tour y la UCI. La federación abrió fuego filtrando el positivo de Sinkewitz, un alemán controlado un mes antes. Fue la primera crisis. El apagón de las televisiones públicas germanas. El primer síntoma de que el Tour 2007, la 94ª edición de la grande boucle, estaba condenado. El contraataque lo conducen los creíbles, que se movilizan para lograr que la policía de aduanas registre, entrando a los Pirineos, camiones y autobuses del Discovery, el CSC, el Rabobank y el Astana, los equipos que más han pitado en los Alpes. Porque, mientras tanto, y para deleite del aficionado, la carrera deportiva es hermosa, abierta, libre. La igualdad entre los favoritos -Valverde, Moreau, Rasmussen, Contador, Mayo-, la desgracia de Vinokúrov, que corre su Tour con 15 grapas bajo las vendas de sus rodillas, producen unas etapas de ataques en los Alpes. Un ciclismo de otro tiempo. Sin dominador claro. Un ciclismo en el que se revela Contador, que pincha camino de Tignes y regresa casi con los favoritos, que se están sacando los ojos con ataques repetidos; en el que se corona Rasmussen, con su cabalgada desde el Cormet de Roselend. En el que se exacerba el clima de sospechas: se propaga más que nunca la teoría de que si alguien sube más rápido que otro es porque se ha dopado. Se mata al campeón. Se condena la excepción.

El segundo golpe de la UCI, según los organizadores, es la presencia de Rasmussen. El pollo danés ha faltado dos veces a su deber de decir su paradero a las autoridades antidopaje y la federación no debería haberlo permitido. Mientras, Rasmussen y Contador libran en los Pirineos, en el Plateau de Beille que tanto asustaba, en el Peyresourde, en el Aubisque, un tremendo duelo de escaladores puros. Los demás ya han desaparecido del mapa, engullidos por un abanico, como Moreau, destrozados en una contrarreloj, como Valverde. Pero al Tour le sobra Rasmussen.

Antes de que el Tour 2007 tomara la catadura ante el público del Tour del 98 -retirada de equipos, registros policiales en los hoteles, leyendas sobre jeringas y dopaje en todas las páginas- se pareció por un tiempo al del 88. José Miguel Echávarri recuerda aún todas las presiones que sufrió por parte de la organización, de un director llamado Courcol, para que retirara a Delgado a raíz del falso positivo de que se le acusaba. Echávarri resistió, Delgado ganó el tercer Tour para el ciclismo español y Courcol dimitió, pero este año el Rabobank no tuvo la misma fuerza: al día siguiente del anuncio del positivo por transfusión sanguínea de Vinokúrov, pocas horas después de la retirada del Cofidis en pleno por el positivo y la detención policial de su italiano Cristian Moreni, el Rabobank tiró la toalla. Rasmussen se iba del Tour, desaparecía a toda velocidad: Contador, segundo clasificado, tenía el Tour a su alcance a los 24 años, una cicatriz de lado a lado de su frente, en su segunda participación. En la contrarreloj final, pese a los nervios, pese a la dureza de sus rivales -dos corredores de más de 30 años, dos de los garrapatas más tenaces de la historia del ciclismo-, Contador hizo realidad la promesa. Por 23 segundos.

Nadie hablaba ayer de Contador en Francia. Un ganador condenado. Un Tour condenado. Un ciclismo que renuncia a crearse una nueva cara. Ganó, fuera de España, el Tour del morbo. El Tour que se niega a considerar la edición de 2007 como una parte más de su historia El Tour que habla de 2008, del regreso a los equipos nacionales, del pasaporte ético. El Tour que se ha negado a admitir entre los suyos a un campeón de mirada limpia y ligero de pedalada como Alberto Contador.

Alberto Contador, ayer en el podio de París.
Alberto Contador, ayer en el podio de París.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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