La leyenda menor
Para casi todos el café Gijón es ya poco más que un museo de cera literaria o, según como se mire, un museo de los horrores: la retórica que pesa sobre él es tan gomosa como lo suelen ser los mitos locales y tan anodina como las leyendas de pueblo. El mérito de sacarle algo parecido a un retrato real sin pastelería es de Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957) -crítico teatral de este diario y autor de novelas como Rancho aparte y Tarzán en Acapulco- que ha montado el libro como un encadenado de charlas con un interlocutor, que es él. Los ha escogido bien, desde ese antiguo falangista y divisionario que fue Eugenio Suárez (el fundador de El Caso) hasta los últimos tiempos, o casi últimos tiempos, cuando Manuel Vicent ha dejado de ir pero sigue haciéndolo todavía Álvaro de Luna.
RONDA DEL GIJÓN. Una época de la historia de España
Marcos Ordóñez
Aguilar. Madrid, 2007
295 páginas. 19 euros
Los rumores de la miseria se desgañitan en las primeras páginas, quizá porque es en la primera posguerra, o hasta los años sesenta, cuando las múltiples tertulias parecen fundar su leyenda de tolerancia o la ilusión de un oasis. Se cuentan cosas interesantes de algunos personajes de la historia primera -César González Ruano, Ignacio Aldecoa, Fernando Fernán-Gómez o José García Nieto- y de la siguiente, con curiosidades sobre los damnificados por el paso del tiempo o por los mismos cronistas de todo aquello como Francisco Umbral o Raúl del Pozo. Juby Bustamante y los asuntos del Diario Madrid y la cosa yeyé o Jesús García de Dueñas, con el entorno de Triunfo y alguna definición exacta ("el Gijón era un invento literario y nostálgico, sobre todo para la gente de provincias"), Rafael Azcona o Jesús Pardo, incluso una formidable Ana María Matute actúan como lentes crudas de aquel tiempo, sólo a ratos con nostalgias tibias y a menudo con aciertos de expresión. Si uno cuenta que Cela pasó en la posguerra por "Jaimito oficial", otro cuenta la bofetada que el mismo Cela le soltó a uno por una broma pública. El libro trae a nuestras asepsias de hoy los aires espesos y ácidos de un café que en realidad no existe (¿se puede fumar ahora?) además de la menudencia de relaciones personales que encuentran en ese lugar una entrada, una salida o un pretexto suficiente para la leyenda menor.
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