También queremos justicia
Fui detenido por la policía franquista en 1972. Acusado de asociación ilícita y propaganda ilegal, pasé tres años y tres meses en la cárcel. Estaba casado, con una hija de dos años y una mujer embarazada de otra niña a la que no pude conocer hasta que tenía casi tres años. Soy uno más de los miles de víctimas del franquismo. Durante la transición democrática acepté el silencio. Antepuse, voluntariamente, mi interés en que la democracia se desarrollase en España a mi derecho a la verdad, la justicia y la reparación, como víctima del franquismo. Ni tan siquiera acepté -pues no es eso lo que buscaba- las compensaciones administrativas que se me ofrecieron. Había colaborado a la llegada de la democracia con mi lucha y mi sacrificio y estuve dispuesto a colaborar una vez más con mi silencio para que se consolidase.
Pero ya está bien. El artículo de Carlos Castresana del pasado día 16 -con el que me siento completamente identificado- me ha impulsado a gritar ¡Basta ya! Las víctimas del franquismo también somos víctimas -no creo que ni más ni menos que otras- y merecemos también verdad, justicia y reparación. Treinta años de silencio son muchos, máxime si tenemos que estar callados mientras oímos las barbaridades que cada día lanzan dirigentes del Partido Popular.
Está muy bien colaborar en castigar los crímenes de las dictaduras chilena o argentina, o a los culpables del genocidio en los Balcanes... pero, ¡podríamos también barrer un poco nuestra propia casa.
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