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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dillinger en Las Rozas

Resulta que el enemigo público número uno vivía en Las Rozas, con su madre y los dos hijos de su matrimonio frustrado con una inglesa de Manchester. Este Dillinger a la española se llama Alberto Jiménez Arbe, fue detenido el lunes cuando intentaba atracar un banco en Figueira da Foz (Portugal) y cuenta con una trayectoria de 13 años de atracos y violencias. La policía le puso el apelativo de El Solitario, porque realizaba los atracos en persona, sin cómplices. Siempre iba bien armado y con chaleco antibalas y de su carácter despiadado da fe el ametrallamiento y muerte de dos guardias civiles en Castejón (Navarra). Ahora se abre un periodo litigioso, porque Madrid y Lisboa se disputan la tarea de aplicar la justicia por los múltiples delitos cometidos en España y Portugal.

La vida cotidiana de Jiménez Arbe desmiente cualquier tinte de misterio o romanticismo trasnochado que se quiera adjudicar a su figura. Es de carácter bronco, hostil y grosero, dicen sus vecinos de la urbanización Monte Alto. Acumulaba un gran número de armas de fuego en su casa: nada menos que dos subfusiles, una pistola, un revólver y cuatro granadas de mano, circunstancia que lleva irremediablemente a la cuestión de la insólita facilidad de este atracador paranoico para disponer de armas.

El hecho feliz es que un atracador y presunto homicida ha sido detenido y, en consecuencia, la sociedad se ha librado de un peligro. Pero aparecerá una inevitable curiosidad hacia su retrato psicológico; surgirán las preguntas sobre el tipo de vida que quizá le indujo a cometer más de 36 atracos, dos crímenes y una herida grave a un empleado de Caixa Galicia. Casi con toda seguridad, las excusas vitales serán tan poco brillantes como su conflictiva vida vecinal en Las Rozas.

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