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Reportaje:AIRE LIBRE

Una cantera en flor

Circuito botánico en S'Hostal, pedrera menorquina de 'marès'

Paredes con arañazos marcados en la piedra por la herida de los siglos, abismos de hasta treinta metros de profundidad, formaciones sorprendentes y recorridos laberínticos. Las canteras (pedreres) de marès de Menorca son arquitectura en negativo. Reproducen paisajes misteriosos y remiten a una constelación de geometrías inverosímiles estancada en nuestra imaginación que va cobrando vida a medida que nos asomamos a sus bordes. Menorca es una espléndida combinación de prados verdes, litorales festoneados de arena, aguas de azules profundos... y piedra. Con la piedra de sus canteras se levantaron los talayots y las navetas que salpican la geografía de la isla, y de piedra están hechos las casas, los palacios y las iglesias de Ciudadela, de Mahón, de Alayor o de Ferrerías. Al recorrer las canteras de marès nos asomamos a las entrañas de donde procede la materia de esos monumentos.

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Paso a paso, junto al mar

En 1994, la escultora y arquitecta francesa Laetitia Lara, entusiasta y estudiosa de las canteras menorquinas, fundó la asociación Líthica para la recuperación de la cantera de S'Hostal, situada en las afueras de Ciudadela. A base de tiempo, gestiones y esfuerzos, los animosos integrantes de Líthica han rehabilitado los espacios abandonados desde que cesó la extracción de la piedra, y han creado un circuito botánico a lo largo de todo el recorrido. S'Hostal se ha transformado en un territorio lleno de sorpresas y en un marco privilegiado para la realización de actividades culturales. Asombra la verticalidad de las paredes excavadas cuando nos adentramos en sus profundidades, subimos y bajamos por primitivos escalones, y recorremos los jardines crecidos en este escenario sorprendente.

El marès es una piedra porosa que se deja pulir y tallar con facilidad. Su color, recién arrancado, es blanco; con el tiempo, como observamos en muchos monumentos de Ciudadela, va tomando un tono dorado, o se oscurece en la cercanía del mar. En S'Hostal, la cantera antigua se empezó a explotar hace unos 250 años; se diferencia de la moderna por el color oscuro de las paredes y por las marcas irregulares que dejaba la extracción, que se hacía manualmente, a golpe de escoda y martillo. La selección de las mejores vetas y el desecho de las piedras de peor calidad convierten estas canteras antiguas en auténticos laberintos. Salas sustentadas por columnas, torres escalonadas, proas de barco, peldaños que no van a ninguna parte y muros irregulares de los que salen árboles aventureros.

Espacios cúbicos

Cuando se introduce la mecanización, a mediados del siglo XX, unas sierras circulares, impulsadas por vagonetas a motor, se encargan de rajar las paredes; estas canteras recientes son reconocibles por su color blanco, sus espacios inmensamente cúbicos y la rectitud de sus cortes. En ellas, la inmensidad del vacío se proyecta desde las profundidades hacia el cielo abierto.

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Como si quisiera dar la bienvenida a la modernidad, la gigantesca figura de un hombre sin brazos se levanta entre las antiguas canteras y las más recientes. Este tótem colosal, tallado de forma espontánea, ha sido adoptado por Líthica como el símbolo que identifica la asociación. Detrás de él se inicia el Laberinto de los Vergeles. Siguiendo la tradición menorquina de reutilizar las canteras abandonadas como huertos de labor, Líthica ha creado S'Hostal, un circuito botánico en el que se reproducen las especies de la flora autóctona.

En uno de sus extremos, la cantera de las Proas -por las formas triangulares que sobresalen de las paredes- se abre a un lugar misterioso y secreto que recuerda el claustro de un monasterio. Aquí han diseñado un jardín medieval pensado para experimentar el silencio, la armonía y el disfrute de los sentidos: el sonido del agua, los aromas de las flores y las hierbas, la visión de los colores, el gusto de los árboles frutales, el tacto de los relieves... Parterres elevados rodean un centro donde el agua fluye. Desde lo alto, una red de miradores permite contemplar el abismo.

El marès es una piedra representativa de la historia de Menorca. Los barcos que trasladaban a emigrantes a finales del siglo XIX y principios del XX, generalmente con rumbo a Argel, llevaban en sus bodegas como lastre piedras arrancadas de la cantera de Sa Cetaria, situada junto al castillo de San Nicolás, en el puerto de Ciudadela. Piedras que luego eran utilizadas por los emigrados para construir sus casas en el lugar de destino. Además de S'Hostal, Menorca cuenta con un buen número de canteras abandonadas. Las más interesantes son la de Sa Cetaria; la de Binicalsitx, con acceso desde la carretera de Cala Galdana; la prehistórica de Torre d'En Gaumes, junto al yacimiento arqueológico del mismo nombre, y la del Cap de Cavalleria. Las canteras de S'Hostal llevan a un mundo diferente, en el que se ha alcanzado un equilibrio exquisito entre lo heredado y lo nuevo. Un universo de vacíos y formas, de experiencias y ensueños que la imaginación de cada cual se encarga de revestir con sus propias sensaciones.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir- Las canteras de S'Hostal están a dos kilómetros de Ciudadela. Hay que tomar el Camí Vell de Maó, cercano al polideportivo. Junto a las canteras hay un aparcamiento.Visitas e información- Visitas desde las 9.30 hasta la caída del sol. Precio: 4 euros; mayores de 65 años, 2 euros; menores de 10 años, gratis.El resto de las canteras de la isla carece de señalización y circuito de visita.- Asociación Líthica(971 48 15 78).- Oficina de turismode Ciudadela (971 38 26 93).- www.menorca.org.

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