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Reportaje:

Tras los pasos de Legazpi

Los expedicionarios de la Ruta Quetzal buscan en Euskadi las raíces de los grandes navegantes del siglo XVI

Sufrir los dolores producidos por la picadura de un escorpión, despertar con el barro en la boca y el campamento inundado o quedar varias horas aislado porque el motor del autobus se estropea en medio del desierto. Estos son algunos de las adversidades a las que se tiene que adaptar un expedicionario de la Ruta Quetzal. Después de su recorrido por México y Castilla y León, la noche del miércoles los jóvenes aventureros llegaron al País Vasco y acamparon en la villa de Balmaseda.

A las doce del mediodía de ayer el cansancio pintaba las caras de los chavales, y es que, era la primera vez que se sentaban en seis horas. Los 325 adolescentes de 55 países que integran la 28ª expedición conocieron ayer los secretos históricos del museo vizcaíno de Las Encartaciones. Dentro del edificio, muchos no podían evitar frenarse ante una maqueta donde se representa la complicada geografía montañosa de esta comarca. Una intensa vida geológica ha marcado el lugar con un paisaje abrupto y frondoso.

Entre los participantes hay chicos de los cinco continentes. "Me llama mucho la atención que la gente nos reciba con aplausos en los pueblos a los que llegamos. También es muy curiosa la ropa que visten y el idioma que hablan". El colombiano Leonardo Grajales, 16 años y natural de Bogotá, tenía que esforzarse para abrir los ojos; el cansancio y las legañas se lo impedían. "Este sitio es muy distinto de los que he visto por España. ¿Lo mejor?, la arquitectura y la comida son maravillosas". Sin embargo, a la ucrania Alina Celisceva le cuesta más adaptarse a la gastronomía local: "No como carne", explica. Uno de los monitores de esta edición sabe lo que es vivir una experiencia como ésta desde dos perfiles. El bilbaíno Íñigo Ortiz hizo el viaje como alumno en el 2000. Siete años después, ha interrumpido la edición de su primer documental para ponerse al frente de uno de los grupos. "El viaje se vive de forma muy distinta. Ahora entiendo las dificultades que entraña organizar un evento de estas características".

Cada día que estos chicos queman está lleno de naturaleza, historia y deporte. A las seis de la mañana comienza todo. Tras superar los bostezos, toca levantar el campamento. Recogen las tiendas de campaña, se reagrupan y desayunan. Después no hay excusas, les espera el monte y una larga caminata de varias horas.

Los expedicionarios de la Ruta Quetzal son adolescentes que se enrolan en la primera gran aventura de su vida: estudiar y emular alguna de las hazañas transoceánicas de los grandes marinos españoles y portugueses de los siglos XV y XVI. El viaje, que este año se titula La huella de la Nao de la China en México, recuerda la figura de Miguel López de Legazpi, el navegante de Zumárraga que descubrió las islas Filipinas, junto a los también guipuzcoanos Juan Sebastián Elcano y fray Andrés de Urdaneta, tres de los marinos más importantes de la historia.

La alma máter de este proyecto, que nació en 1979 con el impulso de la Casa Real, es el aventurero y periodista Miguel de la Cuadra Salcedo. El segundo de abordo es Jesús Luna, que desempeña la labor de jefe de compañía. Luna describe emocionado el motivo histórico de la ruta en la edición de 2007. "Vamos persiguiendo la estela del galeón Manila, aquél que colma el sueño de Cristóbal Colón: llegar a las Indias cruzando el océano Atlántico a través de México". Luna cree que lo más positivo de la experiencia es que los chicos aprenden la historia en los lugares donde se escribió. "Este viaje está cargado de elementos didácticos, es una experiencia espiritual". La ruta llega hoy a Bilbao para conmemorar el 150 aniversario de su patrocinador, el BBVA. Visitarán el puente colgante de Portugale y harán noche en Markina. La marcha continúa hacia Guipúzcoa, donde visitarán las localidades natales de Elcano (Getaria), Urdaneta (Ordizia) y Legazpi (Zumárraga).

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