_
_
_
_
DESDE MI SILLÓN | TOUR 2007
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hechos y teorías

La teoría decía que ayer era una etapa de transición. Marsella-Montpellier, un arco abarcando siempre al Mediterráneo. Una etapa sin historia, en la que se preveía una fuga animadora -y calor, por supuesto-, que difícilmente sería buena, y que culminaría con un sprint en el que previsiblemente Boonen sería el hombre a batir.

Y claro, la teoría puede decir lo que quiera, pero ayer llegaba el Tour a Montpellier, cuna de Augusto Comte, positivista y considerado padre de la sociología. Y él, hace ya más de un siglo, ya nos decía que no hay más conocimiento que el empírico, el que nace de los hechos y se basa en lo real.

Pues lo real ayer, los hechos, contradijeron a esa teoría. Sí, hubo sprint, pero ni ganó Boonen ni fue el hombre a batir, pues quedó eliminado en la gincana de los últimos kilómetros. Hubo fuga, y parecía que podía ser buena, pero no llegaron a ningún sitio. Y no porque la teoría así lo dijese, sino porque apareció un invitado inesperado: el viento. Un viento que hizo que un equipo, el Astana de la momia Vinokourov, que Dios sabe por qué motivación (¿quizá la rabia?) fue el encargado de dinamitar y hacer saltar por los aires esa teoría mañanera. Hoy no será un día tranquilo, pensó el rubio kazajo mientras mandaba abrir gas a sus compañeros.

Y hubo un gran perjudicado, por partida doble además, y no fue otro que Moreau, el resucitado ídolo del ciclismo francés. Perjudicado primero por una caída. Y luego por la fractura que provocó en el pelotón el movimiento de los kazajos. Le pilló el abanico por la parte trasera (quizá como consecuencia de la caída, que los males nunca van solos), y vio con desesperación como sus esperanzas de ganar el Tour quedaban en nada. Cierto es que ni él ni su equipo arrojaron la toalla, pero igual de cierto es que de poco les sirvió.

Y finalmente hubo un ganador real, que curiosamente también podía haberlo sido de haberse cumplido la teoría, ya saben, la del día tranquilo y sprint final. No se cumplió y a pesar de ello él ganó. Y hubo uno que se alegró -bueno... supongo que alguno más- por la victoria de un amigo. Porque Hunter había prometido a sus amigos que iba al Tour para ganar, que se sentía capaz, que no le tenía miedo a nadie. Y así lo hizo, tal y como me lo prometió, y yo aún le estoy felicitando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_