Bailando frente a la catedral
Al final todo el mundo acabó bailando. La seriedad habitual de los conciertos en las escalinatas de la catedral gerundense se rompió totalmente. Los músicos bajaron del escenario, se pasearon entre el público atronando con sus instrumentos y la gente, que se arremolinaba a su alrededor, bailaba con poco estilo pero de forma desaforada los ritmos infernales que vomitaban trompetas, saxos, tubas y tambores. Realmente fue el final idóneo para un concierto que había sido desde el principio pura exaltación de optimismo y algarabía.
La Kocani Orkestar de Macedonia actuó en la noche del sábado en el Festival de Músiques Religioses i del Món de Girona y llenó el ambiente de unas ostentosas y descaradas ganas de vivir. Pocas músicas destilan tanta alegría como las músicas gitanas de la zona balcánica y la Kocani es una de las mejores representantes de esa tendencia; en Girona lo dejaron claro.
El histórico grupo ha pasado una época de problemas internos y separaciones (su fundador y director, Naat Veliov, dejó la banda de forma problemática y con tribunales de por medio) que parecían poner en duda su continuidad, pero la Kocani ha renacido de sus cenizas y la formación que visitó Girona nada tiene que envidiar a la clásica formación de la orquesta que nos había visitado en otras ocasiones. La Kocani actual ha perdido el acordeón que le daba un gusto más sinfónico, pero ha ganado en la fuerza de los vientos. El grupo está ahora integrado por un saxo alto, un clarinete, dos trompetas, tres bombardinos, una tuba, un bombo y un esporádico cantante. Con esa formación atronaron en las escalinatas de la catedral de Girona y pusieron al público en pie.
Como en otras orquestas gitanas, todo cabe en el repertorio de la Kocani, desde la música de baile popular hasta los recuerdos de las marchas jenízaras y no tienen el mínimo remordimiento por tomar temas clásicos o citar canciones de Goran Bregovic. Música festiva, originalmente creada para pasacalles, romerías, bodas, bautizos o funerales. Se vio mucho más relajados a los músicos cuando se paseaban entre el bullicio de la gente que cuando estaban sobre la tarima, pero la música fluyó en todo momentos con la misma fuerza y la misma intensidad infecciosa.
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