La sandía
Cuando un grupo de amigos decide ir de excursión a pie, con las viandas a cuestas, a la famosa fuente de la teja, antes de partir, siempre hay uno que formula la gran pregunta: ¿ quien llevará la sandía? Unos y otros tratan de escurrir el bulto. Al final, el jefe mira al grandullón, el más ingenuo de la pandilla, y antes de que este abra la boca, sin esperar consenso alguno, se ve con la sandía en brazos, monte arriba. Cualquiera que haya probado a cargar con una sandía sabe que no es una tarea fácil. Para empezar el encargado de comprarla siempre se decide por la más gorda, la de 20 kilos, como en este caso. Hay que imaginar al grandullón caminando abrazado a ella durante el primer tramo del camino. Al poco rato comprueba que la sandía , cuya piel es muy resbaladiza, comienza a escurrírsele por la tripa. El hombre la cambia de posición: primero la coloca sobre el hombro derecho y después sobre el izquierdo. El volumen de la sandía le obliga a caminar con la cabeza torcida y cuando ya tiene ambas clavículas machacadas vuelve a bajarla hasta la barriga. La fuente de la teja está muy lejos todavía. Mientras lleva la sandía en brazos, los amigos caminan pastueños realizando escarceos con las compañeras en su presencia, pero él tiene la manos ocupadas y no puede participar de la fiesta, cosa que le genera un cabreo sordo por dentro. El día en que Aznar tuvo que nombrar a su sucesor, señaló con el dedo a Rajoy y le dijo: tu llevarás la sandía. A continuación le dio una palmada en la espalda para animar a este grandullón y todo hacía suponer que la excursión sería placentera, pero se cruzó un mal fario y el camino se puso muy cuesta arriba. Desde entonces Rajoy lleva la sandía en brazos sin saber qué hacer con ella. La aprieta contra el pecho, la carga en el hombro derecho, la pasa al izquierdo, la vuelve a abrazar, siempre sudado, indeciso y cada día más cabreado. La gente del común, incluso en la propia derecha, cruza apuestas sobre tres salidas: si Rajoy conseguirá llevar la sandía hasta la fuente de la teja; si en este camino tan abrupto le caerá al suelo y se le partirá en dos; o si, finalmente , cansado de cargar con ese peso muerto, un día lo soltará en plena cuesta y echará a correr hasta perderse monte abajo. En el debate del Estado de la Nación se vio que Rajoy ya no podía con la sandía de Aznar. Y aunque en lo alto de la tribuna para consolarse exclamaba: oigan, esta es de las que no tienen pepitas y la palmeaba para demostrar que estaba madura, el sonido a hueco retumbaba por todo el hemiciclo.
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