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Columna
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Irritación insólita

El debate sobre el estado de la nación celebrado la semana pasada ha prefigurado lo que va a ser el debate de la campaña de las próximas elecciones generales. En dicho debate, tanto en su intervención inicial como en los distintos turnos de réplicas, en especial en las réplicas a las intervenciones del presidente del PP, José Luis Rodríguez Zapatero se extendió a todos los terrenos en los que se ha expresado la acción de Gobierno a lo largo de toda la legislatura, sin reducir la acción de Gobierno a la política antiterrorista. Justamente lo contrario de lo que hizo Mariano Rajoy, que intentó justificar su intervención limitada casi exclusivamente no a la política antiterrorista en general, sino a la política antiterrorista frente a ETA exclusivamente, con el argumento de que el propio presidente del Gobierno había decidido que ése fuera el eje central de la legislatura y que, en consecuencia, por lo ocurrido en ese terreno exclusivamente es por lo que había que juzgar su desempeño del cargo.

En la campaña electoral que ya tenemos encima, aunque todavía queden casi ocho meses para que empiece formalmente, se va a repetir a una escala muy superior lo que ha sido el debate de la semana pasada. Los socialistas van a intentar que los ciudadanos entiendan que hay que prestarle atención a la política económica y social, así como a la de culminación de las reformas estatutarias y la puesta en marcha de las que ya se han producido o a las políticas de igualdad y ampliación de derechos y no solamente a la política antiterrorista, aunque también habrá que darle el lugar que se merece. Los populares, por el contrario, van a intentar que los ciudadanos no se distraigan, por decirlo de alguna manera, de lo esencial, de la política antiterrorista, con las cortinas de humo de los socialistas sobre políticas sectoriales en otros terrenos.

Si es así y la conducta de los dirigentes del PP en estos días inmediatamente posteriores al debate de la nación parece indicar que dichos dirigentes consideran que ya no tienen margen de maniobra para cambiar su discurso electoral, no es difícil pronosticar que el resultado de las próximas elecciones no va a ser muy distinto del resultado que, según todos los sondeos, ha tenido el debate del estado de la nación recién celebrado.

El terrorismo es, sin duda, una potente baza electoral, pero con base en el terrorismo exclusivamente no se puede pretender ganar unas elecciones, sobre todo cuando, como escribía Josep Ramoneda en su columna del jueves de esta misma semana, el PP no puede decir con credibilidad que, en el caso de que llegara al Gobierno, haría una política antiterrorista distinta de la que ahora mismo está poniendo en práctica el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Manteniéndose dentro de los límites del Estado de derecho no es posible hacer más de lo que se está haciendo. Y de lo que se está haciendo con éxito, como la desarticulación de comandos de ETA desde el final de la tregua, lo está poniendo de manifiesto.

Justamente este éxito en la lucha antiterrorista es el que está generando una irritación en la dirección del PP que resulta difícilmente comprensible. Que el presidente de un partido que pretende convertirse en presidente del Gobierno y que ha sido ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno de la nación afirme, como ha hecho Mariano Rajoy este pasado jueves en Bilbao nada menos que en el acto de conmemoración del décimo aniversario del asesinato de Miguel Angel Blanco, que resulta "milagroso" que la Guardia Civil y la Policía Nacional mantengan su capacidad operativa, manifestando de esta manera su irritación porque se esté deteniendo a terroristas y evitando atentados, es algo más que insólito.

Pero en esas estamos. La dirección del PP sabrá lo que hace. Pero no se entiende muy bien que haya convertido en el eje de su política la administración del rencor del anterior presidente del Gobierno.

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