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Reportaje:

El Cangrejo afronta otro siglo

Reabre la centenaria sala del Raval, que en octubre volverá a ofrecer espectáculos

Lluís Pellicer

Pau y su grupo de colegas han vuelto a su punto de encuentro de siempre tras un año. Están junto a la barra de un local algo distinto al de hace un año. Antes la luz era ténue, las paredes estaban sobrecargadas de cangrejos, castañuelas de metal y azulejos de tablao flamenco, no tenía demasiado aire y el ambiente estaba asfixiado por el humo del tabaco y el sudor de haber quemado la pista. Era la personalidad de El Cangrejo, el centenario local del Raval barcelonés que llevaba cerrado un año después de que el Ayuntamiento lo clausurara inicialmente por tener sólo licencia de bar y ofrecer espectáculos.

El local ha sufrido un lavado de cara. En seis meses su dueño, Eugeni Bergés, ha insonorizado las paredes, el techo y el suelo, y ha redecorado el bar, que ha dejado de tener un aspecto casi barroco para contar con una decoración más dosificada. Conserva cuadros, los cangrejos, las castañuelas y algún que otro ornamento. Y se puede respirar. "Hemos mantenido el aire más cabaretero, pero ajustando el local a la normativa", explica. Pau opina que ha perdido "algo de encanto". "Es una mezcla entre El Cangrejo de toda la vida y el nuevo que han abierto en el Eixample", dice.

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Bergés admite que hacía falta lavar la cara al local. Abrió en 1902 como una sala de flamenco. "Se llamaba El Cangrejo Flamenco. En 1929 debutó aquí Carmen Amaya y Pepe Rubianes me cuenta siempre que su tío, que había venido porque era marino mercante, había coincidido con García Lorca y Dalí", afirma. Durante el franquismo era un lugar habitual de prostitutas, hasta que en los setenta se transformó en una sala con un ambiente más cabaretero, con espectáculos de transformistas. La mismísima Madonna pisó el local, según Bergés, durante una de sus giras. "Se alojaba en Le Méridien y salía a correr por La Rambla. Alaska la trajo", dice.

Luego volvió a decaer. "Hubo una época en que daba pena. Entraba en el baño y en las cisternas encontraba las carteras vacías que habían robado en La Rambla", explica. Hace cinco años tomó las riendas del local. Jueves, viernes y sábados estaba a tope. El secreto, incitar al buen rollo, y la fórmula, espectáculos dos días por semanas y música petarda, desde lo último de Bisbal hasta Raffaella Carrá. Ahora no puede ofrecer espectáculos. Lo hará de nuevo en octubre, asegura, con la nueva normativa. Después de tantos años y tan pocos cambios se explica que acabara con las paredes tan recargadas. Ahora, ya despejado, Bergés ha colgado lo justo para que los tiempos que ha vivido El Cangrejo no caigan en el olvido.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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