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Columna
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Libros sobre Galicia en Francia

Hace unos 20 días asistí en la Universidad de Lille a la presentación y defensa de una tesis doctoral sobre Manu Chao. Marc Giadas, el autor, se explayó en la relación de este artista con los medios de prensa, en sus raíces gallegas y en su arraigo con esta tierra. Los sesudos miembros del jurado, entre ellos el catedrático Luis Álvarez Pousa, lo asediaron con preguntas capciosas a las que contestó seguro y de las que salió airoso.

Yo nunca fui a la Universidad, y es una de mis frustraciones, de modo que mucho no comprendí de lo que allí se dijo. En música soy de formación clásica; fuera de Bach, Chopin o Granados poco puedo opinar, y menos de un género que tampoco le entraba a mi madre. Recuerdo que un día salió su nieto por televisión y le preguntamos si estaba orgullosa de él : "!Ay home, contestó, si polo menos fora música da boa!"

Tampoco entiendo que en un libro de la Universidad de Bourgogne dedicado a Galicia, figure un estudio titulado La prensa regional. El caso de Galicia y que en las páginas de esa publicación sobre la prensa gallega no tengan cabida el Faro de Vigo (¿no es acaso decano de los periódicos en España?), La Opinión de A Coruña, El Correo Gallego, El Ideal Gallego, El Progreso de Lugo, Diario de Ferrol, Diario de Pontevedra y otros que existen o existieron, más no para el lector ávido de saber.

El curiosos habrá de contentarse con un sólo título, omnipresente, y luego tanto criticar a Pravda y a Gramma. Lo digo con ganas de incordiar, pues aparte de este gazapo histórico, el volumen, dirigido por el profesor Larraz, es de un rigor extremo. Explica la identidad gallega a través de César Portela y de Caroline Domingues, de la Universidad de Clermont Ferrand, quien desarrolla un análisis fino y pertinente cuyo título, Cuando el paisaje se impregna de identidad, analiza conceptos como "galicianía" y frases como la de Carlos Maside ("Unha igrexa románica na paisaxe é tan natural e harmoniosa coma un castiñeiro o unha figueira").

Particularmente interesantes son la descripción de la industria editorial en Galicia, por Manuel Bragado; la exploración de la obra de Miguelanxo Prado a cargo de Domínguez Leiva ("Todos los estamentos sociales y todas las categorías de la humanidad se ven inmersas en una absurda e irónica crueldad, sufriendo alternativamente el papel de víctimas y verdugos") y paro de citar, que el espacio no da para más. De modo que no hay que hacer caso a mis primeras observaciones, porque este libro es indispensable para escrutar y tratar de comprender la esencia de Galicia y de sus habitantes. Una tarea bien difícil si creemos en la frase de Manuel Rivas que cita Larraz en el prefacio: "Los gallegos somos como nos ven los demás y al contrario".

Otro libro que está a punto de salir en las ediciones Harmattan es el de Henrique Harguindey, un recorrido por las narraciones que abordan la manía anterior: entendernos. Harguindey pasa revista, con abundantes citas textuales, a los primeros viajeros relatos de peregrinos, de Picart, incluso Dante (unos versos en la Divina Comedia), la duquesa de Aulney, Jorgito Brown, y así hasta la contemporánea Elisabeth Genou, quien en Les Galiciennes fabula sobre amores franco-galaicos durante la invasión napoleónica. Todos esos libros y meditaciones sin resultado aparente: seguimos siendo gallegos.

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Enfin y al fin, otra empresa editorial de la que vengo escribiendo desde hace meses está en vías de realizarse. Se trata de la colección Fisterra, que lleva Fátima Rodríguez, catedrática en Toulouse de narrativa gallega traducida al francés, y que editará en Rennes Terre de Brume. Ya está en la imprenta A Esmorga, de Eduardo Blanco Amor; primer volumen al que seguirán Memorias dun neno labrego, de Xosé Neira Vilas, Crónicas do Sochantre, de Álvaro Cunqueiro, y así sucesivamente, al ritmo de dos títulos por año si todo sigue bien encarrilado.

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