En descargo de Rajoy
Afirmémoslo bien alto y claro, desde el primer párrafo: quienes, a raíz del debate parlamentario de política general de la pasada semana, han acusado al líder del Partido Popular español de enrocarse en el tema de ETA hasta rayar la obsesión, de olvidar el resto de la agenda política, de excederse en las descalificaciones contra el presidente del Gobierno y en la descripción truculenta del panorama público, quienes reprochan a Mariano Rajoy todo esto son injustos y, además, se hallan mal informados. De hecho, el líder de la oposición estuvo, durante sus intervenciones del pasado día 3 en el Congreso, moderado, circunspecto, respetuoso con el jefe del Ejecutivo, tibio en la crítica o, por decirlo a la manera del clásico, decididamente maricomplejines.
He dicho que Rajoy se mostró moderado, y he dicho bien. Moderado con respecto a la media de los suyos; centrista en relación a las tesis que conspicuos dirigentes del PP propagaban por esas mismas fechas. Si mi interpretación les parece dudosa, permítanme que la arguya y la ilustre con cierto detalle. ¿Cuáles fueron las grandes acusaciones de Rajoy contra Rodríguez Zapatero? Que éste "ha jugueteado con las estructuras del Estado como un niño con un mecano", que "se ha traído apaños con los terroristas", que ha cedido ante ellos y ha embaucado a los ciudadanos con "el gran fraude de la falsa oportunidad para la paz". Después de proyectar sobre el presidente toda clase de sospechas, el líder opositor exigió a Zapatero que demuestre su inocencia exhibiendo las actas de las reuniones con ETA.
A los tres días de pronunciarse estas palabras, el viernes 6 de julio y en el Campus FAES de Navacerrada, el ex ministro de Interior y actual eurodiputado por el PP, Jaime Mayor Oreja, dictaba una conferencia bajo el título Consecuencias de la negociación con ETA. Su punto de partida fue rotundo: estamos ante "la deconstrucción de nuestro régimen constitucional, en el marco de una negociación con una organización terrorista que persigue la ruptura, y de una paralela y convergente ofensiva nacionalista que tiene como objetivo último poner fin a la cohesión, a la unidad y a la fortaleza de España como nación".
Según el que fuera candidato a lehendakari por el PP en 2001, ETA ha sido motor y punta de lanza de esa ofensiva nacionalista por medio de "las tres treguas-trampas, a través de las tres negociaciones políticas en las que el PNV primero, Esquerra Republicana después y José Luis Rodríguez Zapatero finalmente, acuerdan y negocian con ETA". Para Mayor, "esas treguas siempre significan, utilizando un término empresarial, Uniones Temporales de Empresas, de proyectos"; suponen "converger con ETA en una determinada estrategia". Por la primera, en 1998, el PNV asumió el derecho de autodeterminación (al parecer, en los 100 años anteriores, al nacionalismo democrático vasco no se le había ocurrido tal demanda...). "En la segunda tregua, la unión temporal de empresas se realizó entre ETA y ERC -dos organizaciones que surgieron para la ruptura de España-, alcanzando un compromiso de ruptura total de la Constitución, de autodeterminación desde Cataluña". "Por último, llega la tercera Unión Temporal de Proyectos, ni más ni menos que entre el proyecto de ETA y el proyecto del Gobierno de Rodríguez Zapatero".
La aseveración del ex ministro es tan brutal, que él mismo se siente obligado a explicarla. "Zapatero tiene un modelo de sociedad sin valores, una sociedad progre, una sociedad caracterizada por el todos contra el PP, una sociedad débil (...), porque sólo cambiando la sociedad, sólo debilitándola, sabe que el PSOE puede permanecer en el poder muchos años. Y para cambiar la sociedad (...) necesita sustituir al actor que es y representa el PP por otro actor político distinto, por una izquierda nacionalista. (...) En el fondo, se trata de construir un nuevo tablero político para España en el que ya no tenga cabida el PP como alternativa y entre a jugar ETA". He aquí la clave de la "perversa convergencia ETA-Zapatero".
Y claro, puesto que, en lugar de hacer frente a la "ofensiva nacionalista sin precedentes", Rodríguez Zapatero "se suma a ella", las consecuencias nefastas se multiplican: "tenemos un Estatuto de Cataluña abiertamente inconstitucional", Esquerra se halla en el Gobierno catalán, "el nacionalismo vasco puede introducirse en el Gobierno navarro", "por primera vez, la autodeterminación para Baleares ha estado presente en la constitución de algunas instituciones de las islas"... Que tales hechos y circunstancias sean fruto de la voluntad democrática expresada en las urnas y plasmada en las instituciones no impresiona lo más mínimo al señor Mayor Oreja; para él, todo responde a un siniestro complot etarra-zapateril.
O sea, que mientras según Rajoy el presidente del Gobierno es un "bobo solemne" -el epíteto corresponde a otro debate, pero en fin...-, un frívolo que ha coqueteado y hecho concesiones a los etarras, un sospechoso que debe justificar su inocencia enseñándonos las famosas actas, para Mayor Oreja, en cambio, no hay sospecha alguna: ZP es un malvado, un traidor probado, el liquidador de España, un aliado y cómplice de ETA, con la que comparte objetivos -"triturar al centro-derecha español"- y ha intercambiado favores. ¿Entienden ahora por qué, al comienzo de este artículo, he calificado a Mariano Rajoy de moderado y de tibio? Lo es, desde luego, con relación a las interpretaciones paranoicas, a las obsesiones enfermizas, a los delirios conspirativos que Jaime Mayor Oreja verbaliza como nadie, pero que nutren y jalean todos los tentáculos de la FAES, y el inefable Ignacio Astarloa -secretario de Estado de Seguridad el 11 de marzo de 2004...-, y el ínclito José María Aznar al frente de los coros y las danzas mediáticos que le son adictos.
Me permito, pues, reclamar indulgencia para el líder de la oposición española. Por la presión interna que hoy le empuja hacia el tremendismo. Y por el lastre ultra que, en marzo de 2008, le arrastrará probablemente a la derrota.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.
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