Ascensión en Ciutat Meridiana
Un elevador en plano inclinado une la avenida de Rasos de Peguera con la calle de Les Agudes en Nou Barris
La ciudad encaramada cuenta desde el martes con un nuevo medio para hacer más asequible la cuesta. Las rampas de la avenidad de Rasos de Peguera (Ciutat Meridiana), dignas de un puerto de montaña del Tour, pueden ya sortearse gracias a la última tecnología en materia de ascensiones. Un elevador, que recorre un plano inclinado de 95,7 metros, permite alcanzar en poco más de dos minutos la calle de Les Agudes, donde otro ascensor -éste convencional- permite acceder a la parada del metro, junto a la calle del Pedraforca.
El alivio de las primeras vecinas que la tarde del miércoles utilizaban ya este servicio era evidente: adiós a la penosa tracción humana de carritos de la compra y cochecitos de criaturas, una estampa directamente heredada del chabolismo y la autoconstrucción de la década de los sesenta. "Con el calor que viene, esto está muy, pero que muy bien", constataba una señora con acento andaluz, acompañada por su marido y un rebosante carrito de la compra. El acento andaluz empieza a ser minoritario en la zona: la mayoría de viajeros de la tarde del miércoles era americana (Ecuador, Santo Domingo, Colombia) , asiática (Bangladesh, Pakistán) o magrebí (Marruecos, otros). "¡Pero si va con aire acondicionado!", descubría la misma señora dicharachera. "Llevamos más de 30 años sudando por estas cuestas".
El elevador, con la cabina metálica y acristalada, se asemeja a un funicular
La cabina, metálica y acristalada, con amplias vistas que alcanzan al mar, es generosa de espacio, unos dos metros por dos metros, con un asiento de color granate en cada una de las esquinas. Pulsa los mandos un operario de la empresa Ersce, por si surge algún problema de rodaje, pero en el futuro esta tarea quedará confiada a los usuarios (sin límite de edad: en ningún lado figura la prohibición para los menores de 14 años). Los pulsadores son los de un ascensor convencional, con las teclas marcadas en Braille. Capacidad máxima de la cabina: 23 pasajeros, 1.750 kilos. Pero el aspecto general del invento no es de ascensor, sino de funicular. La cabina se desplaza sobre unas guías en plano inclinado que salvan algo más de 32 metros de desnivel. Sin embargo, a diferencia del funicular, ningún convoy viaja en sentido contrario y, en cambio, sí lo hace un contrapeso, que circula bien visible por debajo de las traviesas. "No tiene ningún secreto", comenta el joven operario. Unos pequeños anemómetros situados en las estaciones le desmienten en parte. "Con vientos superiores a los 60 kilómetros por hora el ascensor no funciona. Y con mucha lluvia, tampoco". De manera que en esto también se asemeja a un funicular.
Hay tres paradas: la inferior de Rasos de Peguera, una media entre bloques de viviendas, a apenas 30 metros lineales de la salida, y la superior, en Agudells. Un grupo de chicos pelopincho y/o de occipitales rasurados viaja con bicicletas. "La calorada que te ahorras, neng", se alegra uno. El artilugio lleva audio denotativo incorporado, en pedagógico catalán normativo: "Tancant portes", "obrint portes" y "parada" cuando el elevador realiza ostensiblemente tales operaciones.
A nivel 2 se cruza la calle de Agudells y uno puede montarse en otro Ersce -13 personas, 1.000 kilos- hasta la calle de Pedraforca. Un centenar de metros más allá, otro aparato de la misma marca -8 personas, 630 kilos- desciende a la estación de Ciutat Meridiana. Los dos últimos artilugios fueron colocados cuando se inauguró esta parada de la línea 11, en 2003. Ascensos y descensos son todos gratuitos, pero la poca familiaridad del personal con la exención lleva a más de uno a preguntar dónde se saca el billete. La obra, realizada por el Departamento de Política Territorial y Obras Públicas, ha costado 2,8 millones de euros.
Un cartel junto a las puertas de acceso del nuevo tramo indica que el horario es de 7.00 a 23.00 horas. Un aviso advierte, además, de que un circuito de televisión controla el trayecto las 24 horas del día. "Hombre, se comprende, a partir de las once de la noche se podrían tener malos encuentros en un sitio cerrado como éste", comenta elípticamente un vecino de mediana edad. En el cuento El ascensor, Dino Buzzati describe el verneriano descenso de un ascensor de rascacielos hasta las entrañas de la tierra y su sorprendente regreso a la cota 0. En la cabina viajan un joven, la chica de su vida y un tercer personaje hoffmanniano, que se esfuma misteriosamente al final del trayecto. Pero el vecino de Ciutat Meridiana, con toda probabilidad, pensaba en otro tipo de encuentro, menos literario.
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