Los marcianos no atacan
Intenso domingo deportivo. Automovilismo (Tele 5 y TV-3), Tour, tenis en Wimbledon (La 2), Copa América de fútbol (Canal +), y en la tele francesa (TF-2) la selección china enfrascada en una competición internacional de petanca de gama alta.
En la F-1, las cámaras incrustadas en todos los rincones de las carrocerías siguen, principalmente, donde apunta algo de emoción más que la cabecera. En Inglaterra se vio más la pelea entre Massa y Kubica que el paseo de Raikkonen. Desde luego, ciertos deportes disfrutan de permanentes mejoras en la narración televisiva. Pero no sólo eso. La televisión también es un auxiliar indiscutido del juez. En tenis la emplean oficialmente para evaluar las pelotas que caen en la frontera de la pista. Y su veredicto, in / out, se ve en la pantalla como un elemento más del espectáculo, de la intriga. Es incomprensible que siga habiendo deportes que se resisten a estas prótesis tecnológicas para conseguir un arbitraje más certero.
En Antena 3, el sábado, estreno de American dad. Una serie de dibujos, otra, sobre una ridícula familia norteamericana. Viendo las secuelas se advierte que hacer Los Simpson no es tan fácil como pueda parecer. Es más complicada la sátira ejemplar sobre las rutinas de la vida cotidiana que el chiste político. Aquí, el payaso de las bofetadas, y por eso mismo sospechosamente entrañable, es el padre, agente de la CIA y demente neocon que lleva pistola y ve peligros terroristas en todas las esquinas. Cada vez que salta la tostada acribilla la tostadora pensando que es un elemento de Al Qaeda. Lo mejor del estreno fue ver a Dios pidiendo a Bush que sea más discreto al hablar de sus relaciones. Dios empieza a estar cansado de que lo utilice para sus manejos.
En la casa de la familia se ha acomodado un extraterrestre que sobrevive sin problemas en este ambiente. En Mars attack, los marcianos no querían saber nada de nosotros y por poco nos eliminan. No sé qué habrá visto este marciano en nosotros y en esa familia en particular.
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