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DESDE MI SILLÓN | TOUR 2007
Columna
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Más de lo mismo

Da igual Londres que París. Da igual que esto comience en Nueva York, India o los fiordos noruegos. El Tour es el Tour. Eso no hay quien lo cambie. Cambiará lo que hay alrededor, el contexto y la circunstancia. Pero, a partir del momento en el que cada corredor, nervios en el estómago, se dispone, imperdibles en mano, a colgar su dorsal en el maillot, nada cambia. El guión ya está escrito. Y eso es lo que hay, te guste o no. Así que, cumpliendo con su oficio, ayer pudimos ver a cada uno ejecutar su papel en la escena sin desmarcarse apenas del guión, con muy poco margen de improvisación.

Primera etapa. Según el guión, día de sprint. Algunos aficionados interpretan esto como un día de transición en el que nada pasa hasta el sprint final. Primer error. Eso es por no leer atento la letra pequeña. Allí se especifica que de tranquilidad, nada. Que la carrera tiene que salir loca después de una leve tregua inicial para que el líder disfrute de su propia fiesta. Que la primera escapada tiene un precio caro, a veces incluso demasiado: te puede hipotecar toda la primera semana. Pero que, independientemente de cuántos corredores la formen y cuánto tiempo tarde en formarse, siempre habrá algún francés en escena. Aquí, el guión abre un paréntesis para especificar que es preferible que los franceses sean mayoría, pero que, si no, con uno basta. Deberá también formar parte de la escapada algún local. Uno de allí o que viva allí, del equipo de casa o con querencia por esas tierras. El motivo es lo de menos, pero que haya algo especial que le una con ese territorio. Después de que la escapada alcance cierta ventaja, llegará el protagonismo para los compañeros del líder, que comandarán la persecución desde el pelotón. Primero, ellos en solitario, aunque más tarde serán ayudados por los equipos de los sprinters más destacados.

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Ya casi oliendo la meta y con la escapada ya neutralizada (el francés tiene que ser el último en ser alcanzado), llegará el turno de los nervios, los bandazos y, cómo no, alguna que otra caída (aquí, el guión aclara que para nada es éste su deseo, pero que tanto la historia como la tradición así lo ordenan).

Y, ya lanzado el sprint final y en mitad del caos, saldrá con fuerza uno de los de siempre para imponerse con claridad ante los otros, entre los que siempre habrá uno que iba a ganar, pero se ha quedado encerrado.

Así es. Un guión que no por sabido deja de ser interesante. Y mañana, más. Más de lo mismo, se entiende.

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