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Columna
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El puchero de Fanzara

Aceite, algarrobas, maíz, trigo y patatas, verduras en pequeñas y frondosas huertas que el río regaba, producían los vecinos de Fanzara en ese rincón valenciano y castellonense, donde las montañas angostan el cauce del Mijares. Hace como cien años, en tiempos de la Restauración de Cánovas del Castillo, de los partidos turnantes, los caciques y los pucherazos, los vecinos eran 687, y el cronista Sarthou Carreras indicó que el carácter de los de Fanzara era poco amigo de los forasteros. Aunque no puntualiza el erudito en qué basaba tal aserto. Quienes por proximidad les conocen opinan lo contrario. A lo largo del siglo XX muchos de sus habitantes buscaron el sustento y bienestar más allá del término municipal en La Plana vecina y en los núcleos industriales próximos. A partir de la década de los noventa de la pasada centuria, la población se estabiliza en torno a los 300 habitantes, que en gran número se desplaza a diario para sudar el pan en las fábricas de Onda y otras poblaciones azulejeras. Se conocen sobradamente entre ellos, y no tienen mala leche porque sus aguas potables son ferruginosas y magnésicas. La vida en el pueblo es apacible, y lo sería de forma continua si no los amenazasen con vertederos, que pueden contaminar sus aguas, o no los incordiasen hinchando el censo municipal de votantes: una intolerable trapisonda que altera la convivencia, la democracia y la decisión de los vecinos a la hora de elegir a sus dirigentes locales.

Y es que los vecinos de Fanzara engullen con agrado la olla de col y cardos local, pero no tragan con el pucherazo que les condimentó el Partido Popular de Castellón, cuyo jefe es Carlos Fabra, en su municipio. Ese otro día y con retraso y con la presencia del mismo Fabra en el pueblo, se invistió en un pleno al alcalde del puchero. Alrededor de cien vecinos, que es mucha gente en la localidad, se manifestaron en el exterior del Ayuntamiento, protestando por el chanchullo electoral, tan burdo como bien organizado. La presidenta de la Plataforma Vertedero Sustancias Peligrosas No, le indicaba a los medios de comunicación: "... los jueces no hacen nada y los políticos tampoco. Para mí esto no es democracia, si esto es democracia, que mis hijos no me pidan que les enseñe lo que es la democracia". Y Roberto Salisa, candidato del PSPV-PSOE a la alcaldía de Fanzara, y perjudicado política y humanamente por el pucherazo realizado a través del censo, le explicaba a la opinión pública, y por escrito, la grotesca falla electoral montada en su pueblo: un alcalde del PP que empadrona a más de 150 personas en casas de militantes de su partido, en un hotel rural o en casas de propiedad municipal; votantes que aparecen durante la jornada electoral preguntando dónde está el Ayuntamiento; caras de empleados de la Diputación, que dirige Carlos Fabra, o familiares de esos empleados; denuncias a fiscalías y juntas electorales que caen en saco roto, y un rosario grotesco de circunstancias que desvirtúan la forma y el contenido de la misma democracia.

Fanzara, con sus aguas ferruginosas y magnésicas, no es un suceso anecdótico, algo trivial y de poca importancia que tiene lugar en el angosto valle del Mijares. Es el pecado y la tristeza de un sistema democrático que se construye a diario porque está inacabado. Y en esa construcción deben de intervenir legisladores y políticos con convicciones, que olvidándose de la campaña electoral y sus resultados, paren mientes en todo cuanto queda por hacer en los municipios pequeños y en los grandes.

El pueblo junto al río evoca estos días, por un lado, los pucherazos de épocas grises con refajos democráticos que creíamos olvidadas en las páginas de la historia; por el otro el, normalmente apacible municipio, nos recuerda el discurso de Winston Churchill en la Cámara de los Comunes londinense, en 1947 y estando en la oposición, en el que indicaba que la democracia no era el sistema perfecto o sabio, e incluso que la democracia era la peor forma de gobierno, si se exceptuaban todas las demás. Dando a entender que éstas "demás" eran aún peores. Claro que Churchill, un gran estadista histórico, que militó unas veces en las filas conservadoras y otras en las liberales, que perdió las elecciones después de llevar a los británicos a la victoria sobre los totalitarismos, nada tiene que ver con el pucherazo de Fanzara o con los dirigentes provinciales del PP castellonense.

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