Abrumados por las ferias y fiestas
Hasta los más escépticos han debido de rendirse ante la proyección mediática mundial y fama de Valencia debido a las regatas de la America's Cup, como se describe por lo fino. De eso se trataba, a la postre, incluso con preferencia a la cifra de negocios promovida, que en su parte más mollar ha ido a parar a los organizadores. La alcaldesa Rita Barberá y el PP por extensión se han dado por bien pagados con la buena acogida vecinal, el halo de gloria y el rédito en las urnas. Que la jugada se repita sólo depende de que se le llene un poco más la faltriquera a la empresa que tiene la sartén por el mango, lo que no parece que sea problema a la vista de la común rentabilidad obtenida.
El precedente, además, ha venido a desalentar la oposición y las reservas acerca de los inconvenientes del circuito urbano para bólidos de Fórmula 1 que tan graciosamente nos ha otorgado ese pintoresco personaje que es Bernie Ecclestone. Habrá que acelerar mucho las obras de acondicionamiento del trazado para adelantar las fechas de su celebración, según se ha dicho, pero tampoco será un problema, o no lo han considerado como tal las autoridades municipales, tan morosas y remisas habitualmente. Se cumplirán los plazos. Sólo faltaba que Fernando Alonso y Lewis Hamilton le añadan a las carreras el morbo a su particular disputa por la primacía en el escalafón de pilotos, tal como viene aconteciendo.
De lo que no cabe duda es que convertir la ciudad en pista circense para grandes eventos deportivos es la estrategia elegida por el PP que la gobierna, y para lo que sin duda cuenta con una aceptación ciudadana mayoritaria, como han revelado las urnas. Es una apuesta segura a corto plazo y a tenor de los objetivos electorales, pues resulta obvio que tanto el mentado magnate como Michel Bonnefous, presidente de America's Cup Management (ACM), son feriantes ambulantes que están disponibles para el mejor postor, y no les deben faltar postores cuando proceden con tanta arrogancia a la hora de poner -o mejor dicho: imponer- sus condiciones, alguna tan leonina como frenar la ampliación del puerto, a la que habrá de proceder, o no, pero imaginamos que nunca en función de que el trajín de las obras desdore las regatas. Claro que igual somos muy imaginativos y no reparamos en que la obsequiosidad de nuestros gobernantes puede llegar a ser tan infinita como la estupidez.
De lo hasta aquí dicho no debe desprenderse -o no es tal nuestra intención en esta oportunidad- una crítica negativa al propósito de convertir Valencia en ciudad de ferias -en el sentido de días feriados vacacionales- y fiestas con proyección internacional. Por lo pronto es un plan que, además, conlleva una hábil maniobra política, cual es la de alentar la sensación felicitaria y lúdica que prevalece entre el común de las gentes, tan contentas de haberse conocido en esta coyuntura económica y hasta histórica de la Comunidad. La oposición política no supo o no quiso admitir esta eufórica disposición generalizada de los ánimos, lo que contribuyó a que su discurso electoral calase menos de lo esperado, o incluso nada, cuando se presentó como alternativa de gobierno.
Pero este clima lúdico, que no es exclusivo del cap i casal, sino general del País Valenciano, no habría de impedirnos ver y abordar sus graves deficiencias estructurales e indotaciones para afrontar el próximo futuro. Las ceñidas de los bólidos de la mar, o el próximo rugido de los bólidos en el asfalto no puede ocultar nuestras deficiencias educativas, lagunas tecnológicas, baja productividad, crisis de estrategias empresariales -según Francisco Pons, presidente de AVE-, depredación del territorio, descenso relativo y constante de la renta de los valencianos, precaria administración de los recursos hídricos y etcétera, un rosario de problemas para el que la Generalitat debería tener una respuesta que siempre ha eludido y ahora sustituye por el estrépito de los eventos.
Confortémonos pensando que un día u otro emergerá la realidad y que la Generalitat no podrá soslayarla abrumándonos con fiestas y echándole el muerto al Gobierno de ZP, como suele hacer a modo de coartada.
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