Esto es Prin' lalá
FIRMA INVITADA
"Donde la magia muere asesinada, donde la fantasía resucita en forma de ratón, un lugar que sólo ves cuando cierras los ojos, un olor robado, la infancia sin edad, el color de la memoria, la poesía de lo normal, la alegría de soñar, una casa sin techo, los rincones del corazón, un perro invisible, el alma de un robot, todo y nada de la mano".
Con esta prosa poética, desgarrada y sencilla, plástica y vital, se presenta el grupo cordobés Prin' lalá, un producto de eureka Discos que viene a decantarse en una fruición pura, vertical, de voces infantiles que deambulan en una precisión de equilibrista tras los efluvios de lo cotidiano. Tratar de explicar cómo suena exactamente Prin' lalá, realmente, es complicado, quizá porque el propio concepto de este grupo, pese a partir, precisamente, de la realidad más inmediata, cruje y alza el vuelo en una simbiosis intangible entre los referentes más cercanos y un avistamiento fantasioso de todos los temblores infantiles. Son las voces de Rocío, de Lidia, de Blanca, de María e Isabel, y especialmente también de Macarena, las que van desgranando un artificio que tiene un eco tenue de canto celestial pero mundano, huido de una bóveda de iglesia, con una magia extinta en el final, de pérdida o de sueño al raso de las sombras hechizadas.
Podríamos decir que Prin' lalá, al margen de los ecos de Leopoldo María Panero, presentes en atmósfera y en voz, guardan un conato sensual en la palabra ingenua. No existe en Prin' lalá todo ese barniz referencial con el que suelen prestigiarse muchas de las apuestas musicales que tratan de encauzarse en la propuesta de un pop elegante, meditativo y estético. Lo cierto es que estas niñas cordobesas, bien llevadas y descubiertas, esencialmente, por Fernando Vacas -que es el alter ego del grupo cordobés Flow, para entendernos, autor de una canción definitiva, también, sobre la infancia y juventud de toda una generación de cordobeses, titulada, con acierto, Fuengirola- han ido desgranando en cada tema toda una cadencia irrepetible, difícil de impostar y de enganchar en la fiereza roma de los días, estos días de adulto, de pálpitos inhóspitos y rudos, para asir, retomar, una porosidad de hojas de hierba, de excursiones al hilo de un estanque, de lagos escondidos como en el cuento de Ernest Hemingway, quizá hasta con ciudades sumergidas al estilo Juan Benet o San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno, como se puede apreciar en las letras de pura contención: "En los pantanos de la memoria / donde una serpiente dice ser yo. / Para el asombro del sol / y de los ángeles". Pero, al mismo tiempo, convive con el tono onírico y nublado, de brujas seducidas por lo blanco, un ritmo de fiebre acompasada, de pulso y de ternura, de una frescura al piano natural, de una inanidad frugal, sin pretensiones, como en los temas Verano Fatal y, especialmente, en la muy sugerente La tristeza de un Electrón.
Resulta que al final, en Prin' lalá, abunda la poesía solapada, la poesía subterránea, la poesía implícita, que es la verdadera poesía con pegada: la que nunca alardea de sí misma y acude en andanadas invisibles. Si quieren que les diga una razón para acudir corriendo hasta su tienda de discos -si es que en sus localidades quedan, todavía, tiendas de discos- a comprar este compacto novedoso -titulado, con justeza, Esto es Prin' lalá-, podría comenzar hablándoles de la limpieza de los temas, de la elegancia de la producción musical, para acabar citando la belleza total de la edición, como un libro de cuentos tapizado con una capa tenue de césped recién cortado. Pero hay otra razón fundamental: que Prin' lalá, cuando suena, opera como las buenas películas, como las mejores novelas, como un grupo selecto de poemas, y va tejiendo atmósferas sonoras, nos aligera el pulso y nos exilia, ya libres de nosotros y felices.
Joaquín Pérez Azaústre es autor de la novela El gran Felton.
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