El monopolio de la verdad

A comienzos de los años sesenta, con los 20 años apenas cumplidos y recién aprobadas las oposiciones, llegué destinado a un pueblo de Badajoz. A los pocos días de comenzar mi labor pedagógica como maestro de una escuela graduada, recibí la visita del cura del pueblo que, dicho sea de paso, consideraba el colegio como su particular cortijo. Su primer saludo fue de este tenor: "¡Cuidado cómo te comportas, que ya me he encargado de que expulsen a varios maestros de los pueblos donde he sido párroco!".

Este suceso me ha vuelto a la memoria al ver la campaña de la jerarquía eclesiástica contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Están acostumbrados a manejar las conciencias y a que no se piense algo distinto a su pensamiento, a que no haya más razones que su razón, a que no haya más libertades que su libertad... Ellos detentan el monopolio de la verdad y de la moral. No hay más que leer lo que escriben y escuchar sus homilías, tanto de la jerarquía como de los curas en las misas dominicales. Al menos en esta Salamanca de nuestros pecados...

He dedicado toda mi vida a la enseñanza y he sufrido momentos de falta de libertades. Ya es hora de que a los alumnos se les pueda enseñar la Constitución, las libertades, las normas de convivencia, el respeto a los demás, la democracia, la libertad de pensamiento... Todo aquello que ellos no nos enseñaron y a lo que se oponen como vino a recordarme don Francisco, aquel cura de un pueblecito de Badajoz en los años sesenta.