"¡Esto es una estupidez!"
Los tenistas critican los parones por la lluvia, que impiden a Nadal y Soderling cerrar un partido que debía haberse jugado el sábado
A las diez, tras pegarse un madrugón, Rafael Nadal se entrenaba bajo el frío de Londres. A las 10.30, un suspiro después, bajaba con zancada de gigante por Saint Mary's Walk, la avenida que divide Wimbledon, mientras miraba al cielo y maldecía la lluvia.
El agua obligará a pagar un millón y medio de euros en indemnizaciones a los espectadores
A las once, cuando se preparaba en el vestuario, se enteró de que el aguacero impedía que empezara su partido. Y a las 12.10, tras más de una hora esperando, lo comenzó. Fue un espejismo: disputó 17 juegos, siempre mirando al cielo, y a las 13.20 volvió al vestuario. Llovía. Se caía el mundo. Y no había quién jugara. Nadal tuvo que esperar hasta las 16.30 para dejar a Robin Soderling al borde de la derrota en un partido que debía haber comenzado el sábado al mediodía. Falló un punto de partido por un pelo. Y, de inmediato, el encuentro se suspendió: rugía la tormenta. Dos horas más tarde, Nadal, que pisó cuatro veces la pista durante el día, perdió el tercer set, cayó en el cuarto y vio cómo el partido se volvía a suspender cuando iba por delante en el quinto (6-4, 6-4, 6-7, 4-6, 2-0). Eran casi las 21.30, hora española.
"¡Esto es una estupidez como una casa! ¡Tenernos todo el día esperando para nada!", bramó tras su partido el argentino David Nalbandián, que, entre parón y parón, acabó perdiendo ante el chipriota Marcos Baghdatis (6-2, 7-5 y 6-0). "Es duro. Estás esperando, esperando y esperando en el vestuario. Es increíble que no jugáramos el domingo, un día lindo. Es malo. Nadie está de acuerdo con eso", continuó; "hay una parte del cuadro [la de Nadal] que por esa decisión tiene que jugar tres días seguidos. Eso es muy duro. No les importamos. Hacen lo que quieren. Nunca van a cambiar".
"Estoy de acuerdo", dice Baghdatis. "Son condiciones muy duras. Lo único seguro es que durante los parones no leo. Hablo. De fútbol o de cualquier cosa. Pero ahora tenemos que jugar lunes, martes y miércoles", se quejó.
Nalbanbián está enfadado. Baghdatis, también. La lluvia se ha convertido en un elemento decisivo en Wimbledon. Según fuentes de la organización, el agua obligará a pagar cerca de un millón de libras (1,5 millones de euros) en indemnizaciones a los espectadores del sábado, que sólo ofreció dos partidos individuales. Es el raincheck [el cheque de la lluvia], al que tiene que hacer frente el torneo porque el coste de contratar un seguro era "prohibitivo". Mientras tanto, los tenistas se dividen en dos clases. Los que no se mojan y los que se empapan. Sólo hay que comparar las agendas de Nadal y Federer, el número uno.
El español se levantó ayer a las nueve de la mañana, hizo sus ejercicios de gimnasia articular y se entrenó a las diez "porque no pudieron darle pista antes". Luego se pasó el día entre el vestuario y la pista. Ahí pidió que le trajeran algo de comida, "pasta blanca". No se dio masaje. Y esta vez, al contrario que el viernes, prescindió de entrenarse en las pistas cubiertas del club, que no son de hierba.
Federer, por su parte, no apareció por el torneo hasta bien pasadas las 12.30. El suizo, que tiene una casa muy cerca del club, vive relajadamente los mismos días que para Nadal son extremadamente estresantes: disputó su último partido el viernes y no volverá a coger la raqueta hasta mañana porque Tommy Haas, su rival en octavos, se lesionó. "Nunca se sabe lo que te puede pasar con la lluvia y lo que te puede ayudar", coincide Vivi Ruano, que ayer dejó Wimbledon sin españolas tras perder ante la rusa Nadia Petrova un partido que había comenzado el viernes: 6-3, 7-6 (3). "Tras los parones, siempre sales con otra mentalidad y puedes corregir pequeños errores. Pero es difícil estar concentrada y entrar en caliente. Cuesta encontrar el ritmo. Paras, te enfrías, vuelves a calentar... No es fácil".
Dos tenistas lo saben muy bien. Serena Williams, rota y lesionada ante Hantuchova, fue atendida por una fisioterapeuta durante casi un cuarto de hora y jugó otros 15 minutos a la pata coja. Entonces, llegó la lluvia. Para Serena, la tormenta fue una bendición. Se recuperó y venció: 6-2, 6-7 (2) y 6-2.
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