España en China
Ojalá que la visita del Rey a China haya servido para algo más que el regalo de dos pandas, el levantamiento de las restricciones al jamón y las buenas palabras de su líder, Hu Jintao, para reequilibrar la balanza comercial. En 2006, las exportaciones españolas se cifraron en 1.670 millones de euros frente a 14.301 millones las importaciones. Con el Monarca viajaron más de 300 empresarios españoles que participaron en un encuentro con homólogos chinos con motivo precisamente del Año de España en China, inaugurado el pasado abril. La visita de don Juan Carlos sigue a la que realizó en 2005 el jefe del Gobierno, Zapatero, y la de Hu Jintao a Madrid en otoño de ese mismo año.
Políticos, empresarios y especialistas de este país coinciden al afirmar la importancia y conveniencia de estrechar las relaciones comerciales con China. Pero las palabras no siempre se traducen en hechos. China es un país distante y difícil, que exige constante presencia, más allá del viaje del Rey o del presidente del Gobierno de turno. Un embajador español en Pekín solía quejarse hace años de la soledad ante las escasas visitas de nuestros ministros y empresarios en comparación con otros países europeos. Es verdad que han pasado ya los años heroicos en los que un puñado de arriesgados inversores españoles desembarcaron con éxito en el Imperio del Centro. Hoy Telefónica está a punto de hacerse con el 10% del tercer operador chino. Pero España ni siquiera representa medio punto de las importaciones chinas o de la inversión extranjera directa allí. Además de las telecomunicaciones, las áreas donde potencialmente más puede desarrollarse la presencia española son sobre todo el medio ambiente y las energías renovables.
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