Pepinos rodantes
La actuación de los Rolling Stones en El Ejido simboliza la impresionante transformación de la localidad almeriense, un antiguo parral donde ahora viven 80.000 personas en una de las zonas más ricas de España
Los Rolling Stones actuaron en las metrópolis europeas y ayer en El Ejido, que era un parral de la Almería desértica hasta la instalación de los invernaderos, la masiva exportación de pepinos y la entrada a raudales de dinero, inmigrantes y sucursales bancarias. Durante el cuarto de siglo del auge hortofrutícola ocurrieron hechos memorables: un nuevo rico del pueblo matrimonió con una rusa de ojos azules, a quien construyó un teatrillo porque Irina se decía actriz, se sucedieron los eventos caros y multitudinarios, chocaron a sangre y fuego vecinos y braceros, y llegaron Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts para gloria de la localidad y vitoreo del Polideportivo Ejido, en Segunda División A. "¡Mucho Poli, mucho Poli!", animaban en un vídeo.
Decenios antes del arribo de los 40 camiones con las 300 toneladas de material de la banda británica y de la distribución de 10.000 litros de gazpacho entre los asistentes al concierto, aquello era una cortijada de jornaleros, de niños pastores, de adolescentes doblados por los quintales de esparto y de emigrantes hacia Barcelona, Francia o Alemania. Y a pocos kilómetros del escenario del concierto, los parajes del crimen que inspiró Bodas de sangre, de Federico García Lorca. "La vida era muy recortaíta. No había naica, pero a poquito a poco, con pocicos de agua, fuimos poniendo plantas y haciendo pueblo", dice Antonio Fernández, de 71 años, campesino y criador de una pequeña cabaña doméstica. "Y con los invernaderos, pues mire usted, nos fue muy bien. Quizás hay aquí 30 bancos. ¿Y cómo se llama ese grupo de músicos que dice usted?".
Los geniales carcamales del rock pudieron ser contratados por el Ayuntamiento de El Ejido porque la berenjena y el pimiento cotizaron alto en la pizarra de precios del vergel andaluz: prosperaron los agricultores y los comerciantes, surgieron los supermercados, los concesionarios automovilísticos, las oficinas inmobiliarias, los restaurantes, los hoteles y los lupanares. El Consistorio recaudó millonadas. La barriada del esparto y del jornal, con apenas 6.000 habitantes entonces, creció hasta la opulencia y los 80.000 habitantes, de los que 26.400 son extranjeros de 93 nacionalidades, empleados en los invernaderos y en las industrias subordinadas. El aumento poblacional ha sido de un 43,6% entre los años 2001 y 2007. ¿Y las rusas? Haciendo estragos. Dos jóvenes españoles se casan y el cura les dice: "Yo os declaro marido y mujer hasta que la rusa os separe".
El alcalde, Juan Enciso, explica que el año pasado llegaron a la conclusión de que podían celebrar el concierto. "Vimos que entraba dentro de nuestras posibilidades y nos pusimos en contacto con los managers de los Rolling Stones. Ellos vieron el estadio y les pareció adecuado". Al Ayuntamiento y a los empresarios la contratación les pareció idónea para divulgar la prosperidad del pueblo y las salutíferas propiedades del gazpacho (tomate maduro, pepino fino, pimiento dulce y aceite de oliva extra), que combate el envejecimiento, previene las crisis cardiovasculares y neurodegenerativas, reduce los niveles de colesterol en sangre y abastece contra el cáncer, según dicen. Brindando pues con los Rolling y con el bigger gazpacho. "¿Qué estamos celebrando?", se pregunta el concejal de Cultura, Gerardo Palmero. "Pues nuestra razón de ser. La génesis de haber crecido como una entidad social y comunitaria eminentemente agrícola. Haber hecho brotar vida de una tierra técnicamente estéril y yerma".
La hortaliza vivificada y la metamorfosis social arrancaron en los sesenta con las cavilaciones y experimentos de un ingeniero asentado en la zona. El técnico cubrió los sembrados con plásticos, las plantas reaccionaron con alegría y prontitud y las cosechas se multiplicaron. El clima seco, las suaves temperaturas, el abrigo de las montañas de Dador y el agua subterránea de los acuíferos montañosos hicieron el resto. Fue como el milagro de los panes y los peces. Maravillados por el descubrimiento, los cultivadores del parral se pasaron al plástico. Jornaleros de la Alpujarra almeriense y del interior y peonadas de todo el planeta llegaron en masa para cosechar. "Aquí hay mucho billete, pero a mí no me llegó para ver a los Rolling", se lamentaba un ecuatoriano. Los viejos del pueblo, ajenos al cruce de blancos, negros, amarillos y cobrizos por el bulevar del centro, sestean junto a las sucursales centrifugadoras del dinero hortofrutícola. Otros juegan a dominó cerca de un pequeño casino que rememora los garitos de Las Vegas. "¿Y cómo se llama ese grupo de músicos que dice usted?".
¿Y las confrontaciones entre vecinos e inmigrantes del año 2000, alcalde? Hace siete años, cuando la contratación de los Rolling Stones era todavía un embrión de pensamiento, el asesinato de tres vecinos por inmigrantes marroquíes desencadenó una caza del moro que paralizó El Ejido. España entera contuvo el aliento. "Ya se superó todo, aunque de vez en cuando todavía sale alguna noticia que recuerda aquellos malos momentos", señala Enciso. "Hay muchísimas familias de fuera que se han integrado. Ahora hay normalidad". Normalidad, Rolling Stones, pepinos y mucho Poli, mucho Poli, eh.
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